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Siglo XXI / Magacín. Guatemala, domingo 17 de mayo de 2009.

Retorno a través de la literatura
David Unger | Escritor
Por: T. Jaime Barrios Carrillo

Emigrar también abre posibilidades y alternativas, le dice “el escritor guatemalteco de Nueva York” a Jaime Barrios Carrillo.

“Acabo de renovar mi pasaporte guatemalteco, después de una pausa de medio siglo. Les digo que se me salieron lágrimas al ver el nuevo pasaporte por primera vez, porque aunque escribo en inglés y vivo en Nueva York, mi seno está en Guatemala”, confiesa David Unger, el escritor guatemalteco de Nueva York, conocido por su narrativa y poesía y también por sus traducciones de obras escritas en español al inglés.

La historia comienza en 1955, cuando la familia Unger decide dejar Guatemala. “No puedo decir que me salí de Guate por mi cuenta, porque yo sólo tenía 4 años. La decisión la tomaron mis padres que en ese entonces eran dueños de La Casita, un restaurante en la 4a. avenida de la zona 1. Sucede que estaban hartos de la inestabilidad del país. Obviamente, me refiero a la época del golpe de Estado contra Jacobo Árbenz, provocado por los Estados Unidos, y que ha marcado negativamente los últimos 60 años de nuestro país”, me dice, convencido de que el proceso de emigración implica grandes desafíos, desarraigos y sufrimientos. Afirma Unger que la emigración actualmente es mucho más dura para “los guatemaltecos que deciden cruzar mil y pico de fronteras, sin recursos para llegar a este país (Estados Unidos) que los recibe con desprecio y sospecha”.

Pero emigrar también puede abrir posibilidades y alternativas. David Unger es hoy un literato de tiempo completo, graduado en letras de la Universidad de Massachusetts, tiene una maestría de la Universidad de Columbia y es catedrático habitual del City College de Nueva York. Como traductor del español al inglés tiene una amplia trayectoria, siendo reconocidas sus traducciones de autores como Sergio Ramírez, Mario Benedetti, Bárbara Jacobs, Paco Ignacio Taibo, Nicanor Parra y Vicente Aleixandre, por las cuales ha recibido premios y galardones importantes. Entre otros, del Consejo de las Artes del Estado de Nueva York y el premio ALTA Translation Prize. En 1998 tradujo y editó el Popol Vuh en versión de Víctor Montejo.

Hace unos años la prensa internacional destacaba el lanzamiento de la novela de Unger, Life in the Dawn Tropics. La obra trata la historia de una familia judía en Guatemala durante la época violenta de los años ochentas. Esta novela fue pronto traducida al español y publicada por la conocida editorial española Plaza & Janés, con el título de Vivir en el maldito trópico.

Como poeta ha publicado los libros Caterpillar nor Butterfly y The Girl of the Theehouse, y en 1998 obtuvo el premio de poesía Ivri-Nasawi Poetry Prize. Muchos de sus trabajos, tanto en prosa como en poesía, están incluidos en antologías y revistas norteamericanas. Unger ha desarrollado también un perfil internacional en eventos como la Feria del Libro de Guadalajara, donde ha sido el coordinador por Estados Unidos.

Pero David sigue afirmando sus orígenes guatemaltecos y ha buscado siempre a su país a través de la escritura. Este año publicará por primera vez un libro en Guatemala: Ni chicha ni limonada, una colección de 12 cuentos y un ensayo, que verá la luz gracias a F&G Editores. “Publicar un libro en Guatemala es para mí cosa de orgullo”, recalca David Unger

www.rochester.edu 17 de noviembre de 2009.

Latest Review: "Ni chicha, ni limonada" by David Unger
Chad W. Post

The latest addition to our Reviews section is Rhea Lyons’s piece on David Unger’s Ni chicha, ni limonada, which came out in Spanish earlier this year.

I’m always glad when we can review a book that has yet to find a U.S. publisher, and especially when it’s from someone as interesting and influential as David. If you’re at all connected to the publishing world, you probably know David as the guy who organizes the U.S. collective stand at the Guadalajara Book Festival (a.k.a., FIL). (Yeah, he’s the one with the good tequila.) (And to digress on a digression, here’s a link to an article I wrote for Publishing Perspectives on this year’s Guadalajara Book Festival. Everyone should attend. This year and every year in the future. It really is an amazing experience, where authors are treated like rock stars and you can learn more about Spanish-language publishing in one day than you can in fifteen gringo years.)

In addition to working with FIL, David is a successful translator, reviewer, and author. His earlier book—_Life in the Damn Tropics,_ which is available in English—is definitely worth checking out.

Rhea was a former Open Letter intern who now works at Random House (which, you know, isn’t quite OL, but still), and is very committed to the promotion of international literature. Here’s the opening of her review:

The innovative works of legends like Borges and Cortázar not only defined a literary movement, they created an exotic and well-known image of Latin America and its people. A key element of works in the tradition of the magical realism is that the characters react to the fantastical in the same way they do the mundane. However, in his latest collection of short stories, Ni chicha, ni limonada, David Unger’s portrayal of Guatemala is nothing like Garcia Marquez’s provincial yet fantastical Macondo. The characters are instead caught between both belonging to and being alienated from their homeland.

Chicha is a Latin American drink that’s traditionally made from (but not limited to) fermented maize, and limonada is good old lemonade. The phrase “ni chicha ni limonada” is an idiom used to describe something that isn’t one thing or the other—English equivalent could be “neither fish nor foul.” This is the perfect title for Unger’s collection of short stories, which all have a common theme of being caught between truly belonging to one place, culture, or family.

David Unger is a Guatemalan born author and translator, who immigrated to Florida with his parents when he was five years old. He currently teaches translation at the City College of New York, and is the U.S. Representative for the Guadalajara International Book Fair. He has translated thirteen books and has his first novel, Life in the Damn Tropics, has been published in English, Spanish and Chinese. Ni chicha, ni limonada was published earlier this year by F&G Editore, but has yet to find an English-language publisher.

The first story is told from the point of view of a young boy named Danny, who lives above a restaurant with his family in Guatemala. Danny describes how his family would hide beneath the dining room table during the middle of the night while gunfire raged in the streets outside, and how he feels safe and happy huddled closely to his parents and brother. When the family leaves Guatemala for the safety of Florida, Danny is forced to forget his homeland and embrace American language and culture. Later, Danny returns to Guatemala as a teen and although he feels an intense connection with his homeland he realizes how he is undeniably an outsider.

Once Unger has effectively established the general feeling of not belonging in one place or the other, he explores other ways that this feeling could be manifested. In subsequent stories, two children continuously find themselves harassed for being Jewish. A man finds himself in love with another man, but is heartbroken when his lover chooses family and religion over their deep romantic connection. After a life of embezzlement, failed get-rich quick schemes, cheating, gambling, and tarnishing the family name, a man finds he has finally pushed his brothers to the limit of their mercy.

These stories illuminate the pain of being caught between two worlds, but Unger leaves the reader with the message that this fragmented perspective is actually very valuable. Unger’s final story is about a young writer who is chosen to be Gabriel Garcia Marquez’s translator during his visit to Columbia in New York City. He is intimidated by his Garcia Marquez’s greatness, but finds he shares more than he thinks with his hero. The writer realizes his particular history being a Guatemalan-American allows him the unique ability to illuminate the hazy gap that exists between language and culture. Although his first goal was to publish his original poetry, he embraces his role as a translator and comes to terms with the fact that his unique history prepared him with the tools to approach literature in a way he did not expect.

Diario de Centroamerica / La Revista. Pág. 14. Guatemala, viernes 27 de noviembre de 2009.

Entre dos mundos
Ni chicha, ni limonada
● David Unger
● F&G editores, 2009

Hace unos años la novela de David Unger, Life in the Damn Tropics recibía elogios de la prensa internacional. La obra trata la historia de una familia judía en Guatemala durante la época violenta de los años ochentas. La novela fue pronto traducida al español con el título de Vivir en el maldito trópico. David Unger siempre busca a Guatemala, su país de origen, a través de la escritura. Esta vez, bajo el título Ni chicha ni limonada, reúne un grupo de cuentos y un ensayo, algunos de los cuales fueron publicados en distintos espacios editoriales. Así como retratos, los cuentos de Unger y las historias que narran refieren a otros tiempos y lugares: son historias vividas en Guatemala hechas casi sueños y en los que queda congelado el tiempo.

¿Acaso una mirada de añoranza? Todo se cuenta en presente pero los personajes de las historias están atrapados entre dos mundos, pertenecen y a l vez están ajenos de su patria, pertenecen y están ajenas a un tiempo...“equivale a una condena con cierto aire de reproche”. Por eso el título: la frase "ni chicha ni limonada" es una expresión utilizada para describir algo que no es una cosa ni la otra, una especie de no lugar. La añoranza convive con la inestabilidad de un presente, pero los cuentos surgen de las percepciones de un niño que parece haber vivido todas sus significancias, en un tiempo muy breve, antes de migrar. | NM | DCA.

elPeriódico / elacordeon. Pág. 4. Guatemala, domingo 13 de diciembre de 2009.

Ni chicha ni limonada
David Unger / F&G editores

David Unger nació en Guatemala en 1950 y emigró junto a su familia a Estados Unidos a la edad de cuatro años. Es autor de Vivir en el maldito trópico, una novela que recrea el cruce cultural de la tradición judía y guatemalteca, a través de la historia de los hermanos Eltalef, un tal coronel Mendoza, cacique local y Esperanza, una ex prostituta colombiana. Este libro es una recopilación de cuentos escritos entre 1987 y 2008, y publicados con anterioridad en revistas como Puro cuento, Letras Libres, Carátula…. En ellos vuelve a sus memorias de Guatemala, a partir de esa mirada extrañada que da la ausencia y el desarraigo.

En todas las librerías.

libraryjournal.com FICTION. 15 de diciembre de 2009.

Ni chicha, ni limonada. Unger, David.
tr. by Hector Ortiz & others. Guatemala: F & G. 2009. 212p. ISBN 978-99939-84-02-3. pap. $20.95. STORIES

Set in either Guatemala or Florida, these stories follow the sons of a Guatemalan Jewish family in the United States. The first tale describes the family’s migration to this country, setting the tone for the rest of the book. Told in third person, Unger’s (Life in the Damn Tropics, Univ. of Wisconsin Pr.) stories delve into a child’s mind, helping us empathize with the character's feelings. For instance, in "Canillas de leche," when Danny and Henry step out to buy their favorite treat while their grandparents are taking a nap, Danny is beaten up by a group of homeless kids. And in "Shabbat Shalom," the brothers decide to spend their stipend gambling at the fair during Shabbat, the sacred day for Jews, and must later face the consequences. Unger effectively illustrates with humor and candor what it is like to grow up in two different countries (Danny and Henry spend vacations in their native land with their grandparents) and to be Jewish in Guatemala, a predominantly Catholic nation. Also included is a brief chronicle of the author's encounter with Nobel laureate Gabriel García Márquez. It is easy to forget that each piece was originally written in English; the translations are impeccable. Full of nostalgia and charm—and likely inspired by Unger’s own recollections—these stories will surely stir up readers’ own childhood memories. Highly recommended for libraries and bookstores, especially those serving migrant communities.—María Elena Cruz, Boston, MA.

www.tintafresca.us Entrevista. Jueves 17 de diciembre de 2009.

ENTREVISTA DAVID UNGER
Por: Martín Monreal

Ni chicha ni limonada es el libro más reciente de David Unger, escritor, representante en Estados Unidos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y prolífico traductor. Unger habló con TintaFresca sobre su nuevo trabajo y la idea de ser un “extranjero en tierra extranjera,” entre otras cosas.

¿Cómo llegaste al título Ni chicha ni limonada? Hace 23 años publiqué un libro de poemas titulado “Neither Caterpillar Nor Butterfly” (Ni oruga ni mariposa), basado en una frase de Moby Dick, la brillante novela de Melville. La cita exacta se refiere al medio salvaje Queequeg: [he] was a creature in the transition state—neither caterpillar nor butterfly. Siempre me ha gustado esa frase, porque implícito en la cita es la idea de constante transformación y a la vez, la idea de ser un “extranjero en tierra extranjera.” De cierta manera yo, nacido en Guatemala, criado en Los Estados Unidos, zurdo, judío y escribiendo en inglés, siempre me he sentido en la tierra de nadie—con fuertes recuerdos y vivencia en Guatemala, pero de cierta manera condenado a la vida anglosajón con un apellido nada hispano. Cuando estaba pensando sobre cómo titular esta colección de doce cuentos en un ensayo literario, por no decir ficcionalizado, decidí que Ni chicha ni limonada podía denominar perfectamente el libro y sus personajes.

¿Por qué optaste por un libro de cuentos en vez de una novela? Hace unos seis años conocí a Raúl Figueroa, el editor guatemalteco de F y G Editores, a través de su participación en la Feria de Guadalajara. Él conocía mi obra y en varias ocasiones dijo públicamente que mi novela Vivir en el maldito trópico era entre las mejores novelas guatemaltecas que trataban el asunto del “conflicto armado”, el término que usamos para referirnos a los 32 años de guerra civil. Como mi novela tardó 4 años en llegar a Guatemala, el propuso hacer una edición de la novela para el país. Me pidió que le pasara un libro nuevo. Pensé que bien podría hacer una selección de mis cuentos, que tuvieran relación y en las cuales se repiten ciertos personajes cuyo desarrollo o decadencia podríamos observar a lo largo de los años.

En el primer relato, “La Casita”, el protagonista dice: “Olvidar el español, eso es lo que venir a los Estados Unidos significa para mí”. ¿Qué tan profundamente sientes esa pérdida, si es que compartes el sentimiento de tu personaje? ¿Hay alguna manera de remediarla? “La Casita” es un cuento que nace de mi propia vida, y aún el patojo que dice la frase que citaste se llama David o Davico. Diciendo eso, no implica que el cuento no haya sido ficcionalizado, porque creo que en cualquier biografía o autobiografía existe la ficción—tanto del recuerdo como del olvidado. Pero sí, venir a Hialeah, Florida, a los 4 años significaba “olvidar el español” e integrarme dolorosamente al mundo anglosajón—no solo las costumbres, pero también la comida, las sensibilidades, el comportamiento, los paisajes y el lenguaje. No había otra. Y sí, hubo manera de remediarla. Mi mamá consiguió trabajo como secretaria de la Pan American y debido a eso, comenzando a los ocho años, mis padres nos mandaban, a mí y mis dos hermanos, a pasar los veranos con mis abuelos y tíos en Guatemala. En el momento del aterrizaje cuando vi las montañas y los volcanes que rodean la Ciudad de Guatemala, me sentí como el hijo pródigo que regresa al seno de su familia, su tierra, su vida...

¿Crees que tu trabajo como traductor te ha ayudado de alguna manera en tu trabajo como escritor o son cosas completamente diferentes? Pues yo comencé como poeta escribiendo en inglés y me matriculé en la Universidad de Columbia en Nueva York. Por suerte, pude tomar cursos de literatura en español (el gran poeta chileno Humberto Díaz-Casanueva fue mi profesor por un año) y de traducción lo cual me abrió la puerta a leer y traducir muchos poetas latinoamericanos como Neruda, Mistral y Vallejo y en forma de libro a Enrique Lihn, Vicente Aleixandre y Nicanor Parra. Aprendí mucho de mis lecturas y mis traducciones porque sigo creyendo, y no cabe duda, que el traductor es el mejor lector de una obra dada. La traducción siempre ha sido parte integral de mi propia escritura.

En el relato final Gabriel García Márquez aparece como el hombre cuya obra te inspiró a convertirte en escritor. Tu estilo de escritura es muy diferente del suyo, menos barroco y más directo. ¿Ha cambiado en algo tu apreciación de su obra en relación a la primera vez que lo leíste? ¿Crees que el “Realismo Mágico” tiene vigencia en el mundo actual o que los nuevos tiempos requieren una forma diferente de tratados? Acuérdate que cuando hablo de la obra de Gabo, me refiero en ese ensayo/cuento a El coronel no tiene quien le escriba, una novelita que precede a Cien años de soledad. Creo que, a pesar que considero a esta última novela como su obra maestra, Cien años ha causado mucho daño en las letras latinoamericanas, dándole raíz a muchas novelas—aun bien reseñadas en la prensa norteamericana y latinoamericana—que realmente no tienen la complejidad, la arquitectura y la riqueza de la obra de Gabo. Pero bueno, yo siempre he buscado otras cosas en una novela y creo que escritores del perfil de Jorge Volpi, Laura Restrepo, Silvia Molina, y Sergio Ramírez Mercado (especialmente en sus cuentos) han abierto otros espacios y temas de mucho valor. Creo que el “Realismo Mágico” está bien enterrado, aunque siempre tenemos escritores que lo querrán resucitar.

Entrevista por Martín Monreal, escritor y traductor.

www.tintafresca.us Ficción. Diciembre de 2009.

NI CHICHA, NI LIMONADA
David Unger
Por: Martín Monreal

Los trece relatos que conforman este libro están entretejidos de manera tan ajustada que pueden ser leídos como los capítulos de una novela. Los mismos personajes entran y salen, sufren y discuten, se redimen o condenan en un escenario doble que abarca por partes iguales a Guatemala y Estados Unidos, pero que de alguna manera existe menos en la geografía del mundo que en la de las relaciones humanas, cada vez más palpables a medida que leemos.

Utilizando una prosa clara y dejando que el libro fluya desde la niñez a la madurez, David Unger logra que una parte de la historia reciente de Latinoamérica —la de los golpes de estado, el antisemitismo, el exilio y los sentimientos ambiguos en relación a EEUU— encuentre un eco en la vida privada de una familia guatemalteca que decide probar suerte en el gran país del norte. La religión, el sexo, el trabajo, las relaciones familiares y la búsqueda de una vocación son algunos de los temas que atraviesan el libro, que cobra fuerza en su segunda mitad, cuando la vida ha dado vuelta su página y los adultos del principio se han debilitado o borroneado hasta transformarse en fantasmas, dejando lugar a una nueva generación que intenta no caer en las mismas trampas.

“Ni chicha ni limonada” parece ser la etiqueta aplicable a ese vasto grupo de exiliados que creció haciendo equilibrio entre una cultura y otra, y que tuvo que esforzarse por poner en foco su lugar en el mundo.

Reseñado por Martín Monreal. Nació en Argentina. Es escritor y traductor. Estudió Letras, Música y Fotografía.

Revista D / Prensa Libre. Pág. D-29. Guatemala, domingo 20 de diciembre de 2009.

nuestra recomendación
Libro de cuentos

Una vez más,cuidadosamente seleccionado se publican 13 cuentos de este guatemalteco, además autor de la novela Vivir en el maldito trópico (Plaza y Janes, 2004). Unger ha traducido 13 libros al inglés, entre ellos, obras de escritores como Nicanor Parra, Roque Dalton y Enrique Lihn, además de La niña de Chimel, de Rigoberta Menchú y Dante Liano.

Ni chicha, ni limonada. David Unger. F&G Editores. 212 páginas. ISBN: 978-99939-84-02-3

Siglo XXI / Magacín. Pág. 8. Guatemala, domingo 27 de diciembre de 2009.

Ni chicha, Ni limonada
DAVID UNGER

Cuentos. Traducción del inglés de Héctor Ortiz, Víctor Ortiz, Mempo Giardinelli, Walter Krochmal, Andrea Montejo, Alexis Romay, Playboy México y Ramón González Férriz. Decirle a alguien en el maldito trópico que no es “ni chicha, ni limonada” equivale a una condena con cierto aire de reproche gélido. Para decírselo a sí mismo, en las orillas sesente-ras del quinto infierno John Lennon compuso Nowhere man. Para transmitírselo a quien corresponda, ahora viene David Unger con esta especie de Variaciones Goldberg en las que incluyó doce daguerrotipos y una epifanía.

CCE/G / Agenda cultural. Pag. 10. Guatemala, febrero de 2010.

Sueño vuelto ritmo
Por: T. Eddy Roma
I. Alejandro Azurdia

El escritor David Unger nos acompañará el jueves 25 para presentar su último trabajo: Ni chicha, ni limonada, una colección de cuentos editada por FyG que se desarrolla entre Guatemala y Estados Unidos, y que habla sobre la infancia, la adolescencia y el despertar sexual.

Unger, descendiente de emigrantes guatemaltecos y residente en Nueva York, estará acompañado por el periodista y escritor José Luis Perdomo, en cuyas palabras esta obra se compone de doce daguerrotipos y una epifanía: "Entre otros hechos literarios, en las placas color sepia hay un niño que suspira, sobre todo, por una langosta llamada Gengis Kan, el tiro al blanco y la ruleta de las ferias aldeanas, un caracol, un alce, una mantarraya, dos leones de bronce sobre los que jugó con su hermano al Rey de la Montaña y una pelota de beisbol que lleva décadas suspendida en una fecha que también emigró. En la epifanía, ese que parece un vendedor de electrodomésticos o un pescador de vacaciones y tiene una sonrisa avergonzada sólo puede ser Gabo (antes del Nobel). Lo mejor de irse, no es el regreso; lo mejor de éste, no es volverse a ir. Lo mejor de la errancia está en los libros vivos que viajeros como Elias Canetti, William Saroyan, Henry Roth y David Unger trajeron de vuelta."

Sobre David Unger
Guatemala, 1950. Hijo de guatemaltecos emigrados a Estados Unidos, Unger es autor de la novela Vivir en el maldito trópico. Ha traducido trece libros al inglés, entre ellos El legado secreto, La niña de Chimel y El vaso de miel, de Rigoberta Menchú; el Popol Vuh, en la versión de Víctor-Montejo; El amor que me juraste, de Silvia Molina y diversos títulos de la escritora cubana Teresa Cárdenas. También ha traducido a las escritoras mexicanas Elena Garro y Bárbara Jacobs, y a los poetas Nicanor Parra, Roque Dalton y Enrique Lihn. Trabaja como representante estadounidense de la Feria del Libro de Guadalajara e imparte un curso de traducción en el City College de Nueva York.

Prensa Libre / Cultura. Pág. 52. Guatemala, martes 16 de febrero de 2009.

Cuentos de Unger

Ni chicha, ni limonada es la colección de cuentos de David Unger, escritor guatemalteco, residente en EE.UU. desde hace más de 50 años. Las historias ocurren, casi todas, en la Ciudad de Guatemala entre 1950 y 1960. Entre los temas explorados están la juventud, el despertar sexual, el antisemitismo y algunos eventos políticos. Tendrá dos presentaciones: el 25 de febrero, 19 horas, en el Centro Cultural de España. El viernes 26 de febrero será en Librería Sophos.

Prensa Libre / Weekend. Pág. 2. Guatemala, viernes 19 de febrero de 2010.

Libro
Ni chicha, Ni limonada

El escritor guatemalteco -estadounidense David Unger ofrece una colección de cuentos de raigambre tropical, narrativa surrealista y añoranzas de una niñez que sirve para retratar a los años que fueron. Es narrativa fina, bien hilada y articulada.

Diario de Centroamerica / La Revista. Pág. 14. Guatemala, viernes 19 de febrero de 2010.

Conversaciones

David Unger estará de visita en Guatemala y conversará en torno a su publicación más reciente, Ni chicha ni limonada, una colección de cuentos que tocan temas de la vida adulta, la vejez y el enfrentamiento con la muerte.
● Jueves 25, Centro Cultural de España
● Cuatro Grados Norte. 19:00 horas
● Viernes 26, Librería Sophos
● Plaza Fontabella. 18:30 horas.

Siglo XXI / Magacín. Pág. 8. Guatemala, domingo 21 de febrero de 2010.

El espacio que habitas
David Unger*

David Unger (Guatemala, 1950) Es escritor y traductor de 13 libros al inglés. Este cuento pertenece a Ni chicha ni limonada, su más reciente publicación (fygeditores.com). El autor realizará dos actividades para presentar su obra: el jueves 25, a las 7 p.m., en el Centro Cultural de España; y el viernes 26, a las 6:30 p.m. en la librería Sophos Fontabella, zona 10.

"I.
Estamos uno frente al otro en el compartimento de un tren; casi no podemos vernos: es una noche sin luna y la cortina del pasillo está cerrada. Un guardia permanece afuera. Se podría pensar que estamos dentro de una burbuja: así es, y apesta a muerte.

—¿Por qué tanta maldita ética? —le digo. El sudor le corre por la cara. El tren no se mueve. Toma un pañuelo del bolsillo trasero y se seca la mejilla. Con poca convicción dice: —Alguien debe tenerla..."

* Cuento: El espacio que habitas. Traducido por Víctor Ortiz. Págs. 187-192.

elPeriódico / elacordeon. Pág. 8. Guatemala, domingo 21 de febrero de 2010.

Presentación de libro
Ni chicha, Ni limonada
Viernes 26 febrero - 18h30

Tras la decidida aceptación de la crítica, y una concurrida presentación en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, David Unger, guatemalteco de nacimiento radicado en Estados Unidos, presenta Ni chicha, ni limonada, colección de cuentos que en su mayoría toman lugar en la Ciudad de Guatemala entre los años 50 y 70.

Son cuentos que exploran la juventud, el despertar sexual, al comunidad judía, aventuras traviesas en la que los acontecimientos políticos están presentes, aunque siempre en el fondo. Es una descripción de una vida capitalina que ya no existe, pero que muchos recordamos.

Participan Vanessa Núñez Handal, Javier Mosquera y el autor.

Fuente: Sophos

Siglo XXI / Vida. Guatemala, miércoles 24 de febrero de 2010.

David Unger: “Voy a seguir nutriéndome de Guate”
El escritor guatemalteco-estadounidense presentará
en el país su primer libro de cuentos
Por: Eddy Roma

Vive en Estados Unidos desde los 5 años de edad, su lengua literaria es el inglés, pero lleva a Guatemala en la letra y el recuerdo. El escritor David Unger regresa al país donde nació para presentar Ni chicha, ni limonada (F&G Editores), su primer libro de cuentos. Sus páginas incluyen a un tío simpático y descarado, una peculiar historia de amor a la mexicana, y dos encuentros con el novelista colombiano Gabriel García Márquez. Desde Nueva York, él conversa vía correo electrónico de su obra.

Considerado como latino pese a su ascendencia judía, obligado cuando niño a sustituir un idioma por otro, visto como gringo cuando vacacionaba en su país natal. Esas cargas, y sus equívocos, ¿motivaron el título Ni chicha, ni limonada?
Yo diría que sí. Hace unos 25 años publiqué una colección de poemas titulada en inglés Neither Caterpillar, Nor Butterfly (Ni mariposa, ni oruga). Los poemas exploraron la realidad de estar siempre en transformación y de sentirse incapaz de pertenecer a un mundo o a otro. Creo que Ni chicha, ni limonada propone una realidad similar, con la diferencia de que yo como elaborador de estos cuentos ya no cuestiono eso de ser extranjero en tierra ajena.

Los cuentos de Ni chicha, ni limonada apuestan por una narración directa, enfatizada en situaciones cotidianas. ¿Qué otros beneficios le aportó la escritura en inglés?
Yo aprecio mucho la literatura del realismo mágico, pero nunca me pareció valiosa o útil para explorar los temas que a mí me interesaban: el exilio, las dificultades de vivir una vida moral y vivir honradamente, profundizar los pensamientos y las acciones para entenderlos mejor. Al contrario, la prosa de Jane Austen, James Joyce y F. Scott Fitzgerald —directa y precisa, con menos retórica— me parece mucho más eficaz y sensible para mis intereses. Esto no implica que rechazo la metáfora o la distorsión de la realidad, pero uso esos elementos esporádicamente para aclarar situaciones o personajes.

Al poeta judío cubano José Kozer le preguntaron: ¿de qué modo ingresa lo autobiográfico, como la infancia y la adolescencia, en sus relatos?, ¿qué dice usted al respecto?
La poesía de José es una exploración muy directa de su vida, de su relación con sus padres y antepasados. Mis cuentos, que indudablemente surgen no sólo de mi vida sino de lo que yo he visto, vivido e inventado, deben leerse como si fueran textos no autobiográficos, pero que responden a las necesidades y propuestas que éstos proponen. Sería un error garrafal, desde mi punto de vista, leer estos cuentos como si fueran un lente para mejor entender al escritor David Unger.

El narrador polaco Isaac Bashevis Singer dijo que creaba sus personajes a partir de la gente que conoció y trató. ¿Cómo obtiene usted los suyos?
No puedo negar que mis personajes surgen de gente que conozco y he conocido. Al mismo tiempo, hago una compresión de personajes y caracteres para formar protagonistas distantes. La idea para mí es utilizar gente que he conocido para usarlas como trampolines para crear personajes más complicados y más divertidos.

¿Volvió a sentir, en su trabajo con otros escritores, las emociones encontradas que le generó el trato con Gabriel García Márquez descrito en Gabo y yo?
He conocido y he trabajado muy de cerca con muchos escritores extraordinarios, incluidos Nicanor Parra, Sergio Ramírez, Enrique Lihn, Silvia Molina, Ernesto Cardenal y Luisa Valenzuela. Todos me han aportado mucho, tanto personal como literariamente. Pero Gabo es único como escritor y personalidad. Creo que él ha sido la barra al cual todos nosotros los escritores de narrativa de este último siglo se miden.

¿Cuán cerca sigue usted el proceso de reescritura, a través de la traducción, de sus obras?
Me gusta darle al traductor total libertad para que haga la mejor traducción que pueda. No interfiero mucho, pero sí me gusta revisar las traducciones para aclarar algunos detalles o para hacer los textos más lisos. A la vez quisiera agradecer a mi editor Raúl Figueroa, quien revisó todos los textos, sugirió algunos guatemaltequismos e hizo un papel esencial para la publicación de mi libro.

Para concluir, usted escribió que “es imposible huir de las raíces, especialmente de esas que nos nutren”. En su caso, ¿cuáles son esas raíces y qué alimento le proporcionan?
Haber nacido en Guatemala y haber pasado mis veranos de patojo con mis tíos y abuelos ha sido fundamental para mi desarrollo. Añoro mucho a Guatemala. Su gente, sus costumbres, sus olores, sus colores, sus comidas, los llevo en mi seno. Me da mucha tristeza que, pese a la firma de los Acuerdos de Paz, el país siga sufriendo y haciendo sufrir a su gente. Y creo que voy a seguir nutriéndome de Guate, de lo bueno y de lo malo, como lo hace mi gran amigo el cineasta guatemalteco Luis Argueta. No queda otra.

BREVE RECUENTO David Unger (Guatemala, 1950). Poeta, narrador y traductor. Autor de la novela Life in the Damn Tropics (Vivir en el maldito trópico), que cuenta con versiones al chino y al castellano. Es representante estadounidense de la Feria del Libro de Guadalajara. Reside en Nueva York.

DOBLE CITA La presentación de Ni chicha, ni limonada se dividirá en dos jornadas. El jueves 25 de febrero, a las 19:00 horas, David Unger conversará acerca del libro con José Luis Perdomo Orellana. El encuentro será en el Centro Cultural de España, vía 5, 1-23 zona 4, Cuatro Grados Norte. El viernes 26 de febrero, a las 18:30 horas, el libro será comentado por la escritora salvadoreña Vanessa Núñez Handal y el narrador guatemalteco Javier Mosquera Saravia. Tendrá lugar en librería Sophos, Plaza Fontabella, segundo nivel, 4a. avenida 12-59, zona 10. En ambas presentaciones el ingreso es gratuito.

elPeriódico / Cultura y ocio. Pág. 20. Guatemala, miércoles 24 de febrero de 2010.

“Ni chicha” ni limonada
David Unger presenta su último libro mañana a las 19:00 horas
en el Centro Cultural de España

Por: Juan D. Oquendo

Explorar la juventud por sí mismo y a fuerza de patadas, sentir el despertar sexual, el judaísmo y la nostalgia de no pertenecer a parte alguna en la Guatemala de los años cincuenta son los tópicos que envuelve la serie de 12 cuentos de Ni chicha ni limonada (F&G Editores), del escritor guatemalteco-estadounidense David Unger. El autor estará presentando su libro mañana en el Centro Cultural de España en Guatemala (CCE/G) en vía 5 1-23, zona 4, Cuatro Grados Norte. A las 19:00 horas.

Ha escrito las novelas Vivir en el maldito trópico y In My Eyes You Are Beautiful, y ha traducido diversos autores latinoamericanos al inglés.Unger nació en la ciudad de Guatemala en 1950 y de niño emigró a EE.UU. Esto le produjo una serie de conflictos en su niñez, y en vez de ser una persona que participaba de la vida, “me encontré observando las cosas a mi alrededor”, comenta en entrevista.

La infancia es un elemento muy presente en el libro, ¿de qué manera nos determina esa vivencia?
– Freud nos señaló que los primeros años de los seres humanos los marcan para siempre. En mi caso, la infancia fue sellada por una ruptura: mis padres decidieron abandonar Guatemala para Estados Unidos cuando yo tenía cuatro años de edad. Para muchos, este traslado no hubiera sido significante, pero para mí, el cambio personificó de golpe el abandono del español y de la vida y cultura guatemalteca como yo la conocía. Eso me causó un cambio interno –yo era un patojo extrovertido en Guate y me convertí en uno más introspectivo en Hialeah, Florida–.

En Guatemala, “ni chicha ni limonada”, (no valer nada), ¿es una condena?
– Pues yo creo que el dicho es más amplio y quise aplicarlo a una serie de protagonistas que no se sienten cómodos en las situaciones en las cuales se encuentran. Creo que la situación de los seres humanos contemporáneos es de sentir cierta alienación de su entorno. Es la condición existencial que exploraron artistas como Sartre, Camus, Picasso y Schoenberg en el siglo pasado. Yo creo que la mayoría de los seres humanos –excluyó los terroristas islamistas y ciertos narcotraficantes– buscan integrarse a la sociedad, a la familia, a cierta forma de ser y sentirse parte de algo. La condena que vive el artista es que reconoce que esa integración desvanece y es casi imposible. Es vivir como extranjero en la tierra de nadie.

¿La emigración, la diáspora, son apenas interrupciones de una misma realidad?
– Sí. Tratar de usar los mismos personajes –Danny, Henry, el tío Abie– es para mí el intento de establecer un mundo y una visión coherente a través de los años. Sin embargo, hay cuentos en que aparecen personajes que no se repiten pero a la vez buscan integrarse mejor en las situaciones en las cuales se encuentran.

¿Son eternos los lazos familiares?
– Creo que los lazos familiares se tienen que romper constantemente antes de que se conviertan en cadenas irrompibles. Es demasiado fácil mantener las mismas relaciones sin cuestionarlas y hay que ganar el amor y el respeto cada día. Nada está asegurado. Estoy enamorado de mi mujer, quiero muchísimo a mi madre y mis hijas –son las cosas constantes en mi vida– pero entiendo que cada día tenemos que re-encontrar ese amor, respeto, etcétera. Lo único garantizado en la vida es la muerte.

Sitúa épocas en el recorrido vital de sus personajes, de Guatemala a EE.UU., y viceversa, pero los hermanos permanecen juntos, ¿una experiencia personal?
– He dicho que Ni chicha ni limonada presenta una autobiografía falsa y lo es. Sin embargo, la relación entre Danny y Henry (los hermanos de algunos cuentos) se parece mucho a mi relación con uno de mis dos hermanos. Sin embargo, hay mucha distorsión en esos cuentos y la persona de Henry desaparece después del sexto cuento. Aunque Danny se me parece mucho, no soy yo.

Guatemala, ¿qué ha cambiado desde su niñez hasta hoy?
– Para mí, Guatemala de los años cincuenta, antes del golpe contra Arbenz, era un Edén, aunque reconozco que para muchos no era así. Había mucha pobreza, hambre y enfermedad, especialmente en las colonias indígenas –sin embargo, había cierta integración en las comunidades y aún la ciudad de Guatemala era manejable–. Hoy parece que la ley de la selva es la del país y eso se debe a la inestabilidad que se produjo luego del golpe. La historia de Guate de los últimos 55 años está llena de traiciones.

Siglo XXI / Opinión. Pág. 10. Guatemala, domingo 28 de febrero de 2010.

Ni chicha, ni limonada
“Publicar un libro en Guatemala es para mí cosa de orgullo”,
me dijo no hace mucho David Unger.

Por: Jaime Barrios Carrillo

Ni chicha, ni limonada del escritor David Unger, es una colección de 12 cuentos y un ensayo, que ve la luz gracias a F y G Editores. “Publicar un libro en Guatemala es para mí cosa de orgullo”, me dijo no hace mucho David Unger. Y agregó: “Acabo de renovar mi pasaporte guatemalteco, después de una pausa de medio siglo. Les digo que se me salieron lágrimas al ver el nuevo pasaporte por primera vez, porque aunque escribo en inglés y vivo en Nueva York, mi seno está en Guatemala”.

David Unger es conocido en Estados Unidos por su narrativa y poesía y también por sus traducciones de obras escritas del español al inglés. Hace unos años la prensa internacional destacaba el lanzamiento de la novela de Unger Life in the Dawn Tropics. La obra trata la historia de una familia judía en Guatemala durante la época violenta de los años ochenta. Esta novela fue pronto traducida al español y publicada por la conocida editorial española Plaza & Janés, con el título de Vivir en el maldito trópico.

Como poeta ha publicado los libros Caterpillar nor Butterfly y The Girl of the Theehouse y en 1998 obtuvo el premio de poesía Ivri-Nasawi Poetry Prize. Muchos de sus trabajos, tanto en prosa como en poesía, están incluidos en antologías y revistas norteamericanas. David Unger ha desarrollado también un perfil internacional en eventos como la Feria del Libro de Guadalajara, donde ha sido el coordinador por Estados Unidos.

Resulta un feliz retorno, a través de la literatura, que David Unger publique en Guatemala. Cualquier exilio o migración forzada, implica alejarse de las raíces; separarse del suelo natal es un desprendimiento doloroso. La nostalgia, el anhelo por lo perdido, acompaña al emigrante. Las últimas imágenes que se dejan son las que permanecen. Mientras el nuevo país ingresa poco a poco en la vida. De ahí que exista una zona intermedia, de límites difusos, donde camina el recuerdo de la mano de las metas futuras. Una zona donde no se es ni extranjero ni nacional, ni chicha ni limonada, pero resulta siendo, y utilizo el título de uno de los cuentos de Unger, “el espacio que habitas”. Cito directamente del libro: “Si tuviera un ancla y su cadena, la engancharía y me elevaría por encima de la línea de las nubes. Desde la punta del mástil, escudriñaría el horizonte y daría en el blanco al encontrar un hogar, un hogar que verdaderamente exista”.

A David Unger le calza muy bien lo que afirmó Cortázar cuando le preguntaron de dónde venía. “Yo vengo de mi infancia”, fue la famosa respuesta. Un territorio perdido sólo reencontrable en la memoria, que es el alma de todo escritor. Ni chicha, ni limonada enriquece la literatura nacional y constituye un retorno definitivo de un escritor que siempre ha reivindicado sus raíces chapinas. Cómprelo, léalo, hágase un favor leyendo este libro.

Inevitable resulta hacer una cita más. Son las palabras de JL Perdomo Orellana en la contratapa: “Lo mejor de la enrancia está en los libros vivos que viajeros como…David Unger trajeron de vuelta.”

Prensa Libre / Revista Amiga. Pag. 40. Guatemala, miércoles 03 de marzo de 2010.

Ni chicha ni limonada

Por: Silvia Lanuza y León Aguilera

El guatemalteco David Unger recopila 13 cuentos que tratan de capturar la esencia de ser chapín, desde una perspectiva que le da haber crecido en otra cultura. El inmigrante y Al bate son parte de la pieza. -F&G Editores, 2009, 210 págs.-. F&G Editores

Diario de Centroamerica / Arte & Cultura. Pág. 13. Guatemala, martes 23 de marzo de 2010.

Ni chicha, ni limonada, de David Unger
UN LIBRO QUE NOS ACERCA A LOS AÑOS Y
AL LENGUAJE DE LA CAÍDA.
Por: Rodolfo Arévalo

Hace uno días, David Unger presentó en Sophos un libro titulado Ni chicha, ni limonada, un dicho chapín que significa “ni lo uno ni lo otro”. La frase abre de lleno la brecha de la inconsistencia de la identidad. Los humanos somos personas, más allá de los fenotipos, las etnias y las etiquetas que nos pone el poder que en el momento domina, los que pueden hablar o escribir y se les escucha. En esta obra Unger describe al que no puede hablar porque está fuera de contexto, el que balbucea con una jerga de hace tres décadas, que todavía podemos sentir como el eco de lo que se perdió. Ni chicha, ni limonada somos todos los que pudimos escapar y escondernos en la rendija que deja la duda. También el soldadito que recibió órdenes y nunca supo qué hacía, la dicha de los inadvertidos. También “fueron ni chicha, ni limonada” todos los hipócritas que sabiendo lo que pasaba: que se estaba cambiando la libertad de un pueblo por unos pequeños intereses económicos, se plegaron a esa fuerza y dejaron que ocurriera la primera Gran Desgracia guatemalteca. Ni los nicas dejaron que se instruyeran órdenes desde Washington, se defendieron con piedras. Pero a los chapines de Castillo Armas eso ni les importó. Ni les molestó la carga de muertos que provocó. Siguieron siendo ni chicha, ni limonada, sino ese ínter.

Esos valores que debieron ser los guías de esos momentos son los que ahora tratamos de alcanzar, pero es imposible. Esa limpieza de Estado es la que ahora falta y se emborrona entre corruptelas heredadas de esa época. De nuevo el ni una cosa, ni la otra envuelve todas las narraciones, como un fantasma que nos engulle. Ni Gabo logra salvar el martini compuesto por deseos, ni el amargo ginebra. Guatemala y América Latina se hunden, y sabemos que no somos ni chicha, ni limonada, sino lo que el momento determine sin mención del futuro. En este libro de Unger la religión suena igual que la Doctrina Monroe. Está atrás de todo, juega al bando contrario a la vida, no se entiende ninguno de los inútiles rituales. Lo único cierto es que atrás esconden un misterio, y ese misterio cuesta sangre.

El lenguaje del libro repite dichos ya idos, habla con una jerga que se nos fue alrededor de los setenta y se llevó a los últimos que hablaron de sus sueños en cantinas de las que apenas quedan dos o tres, afamadas y mantenidas con historias fantasmales de un lapso al que nadie escapó. Guatemala tendrá que decidir entra la chicha y la limonada. A ver qué pasa.

Ficha del artista
David Unger es un guatemalteco estadounidense, autor y traductor. Nació el 6 de noviembre de 1950 en Ciudad de Guatemala. En 1955 emigró a Florida con sus padres.

Unger se graduó de la Universidad de Massachusetts, en Amherst, con un BA y recibió un MFA de La Universidad de Columbia. En la actualidad es profesor en la City College de Nueva York y es el representante de Estados Unidos para la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Él es el autor de Ni chicha, ni limonada (FyG Editores, 2009), La vida en el trópico (Wisconsin University Press, 2004), que ha sido publicado en español (Plaza y Janés, 2004), China (Locus Publishers, 2006) y Ni Caterpillar ni tampoco Butterfly (Es Que Somos Muy Pobres Press, 1985).

Ha traducido más de una docena de libros, entre ellos tres de la guatemalteca Rigoberta Menchú (Groundwood Libros), dos de la cubana Teresa Cárdenas (Groundwood libros), la Love You Promised Me, de Silvia Molina (Curb­stone Press), Primer amor, de la mexicana Elena Garro (Curbstone Press) y Las hojas muertas de la mexicana Bárbara Jacobs (Curbstone Press). Es el editor y traductor principal de los poemas de Nicanor Parra y La lucha contra-Poems (New Directions), la colección más completa de este importante poeta chileno.

elPeriódico / cultura. Pág. 22. Guatemala, martes 23 de marzo de 2010.

"Ni chicha, ni limonada"
Por: Méndez Vides

La obra "Ni chicha, ni limonada" es de David Unger, guatemalteco que dejó esta patria a los 5 años, pero no la pudo olvidar jamás. Le tocó cambiar su futuro en los días de Castillo Armas, cuando según sus padres Guatemala era invivible: finos lectores del futuro, parientes de Nostradamus. El niño chapín se pasó a vivir con su hermano mayor a la casa del tío judío, donde esperó el día del llamado, y vestido de traje para el clima fresco se subió a un avión y fue a dar a otro mundo, un país plano, sin volcanes ni montañas, y caluroso como el Infierno, según narra en su entretenida y turbadora serie de relatos biográficos, publicados en Guatemala por F&G Editores, según la traducción del inglés de diversos autores, entre los que destaca el escritor argentino Mempo Giardinelli. Algunos de estos relatos aparecieron originalmente en revistas, y su publicación integrada en nuestro idioma es un privilegio, porque no hay mercado más dichoso para su gozo que el nuestro.

Unger cuenta las vicisitudes de su infancia como habitante de la zona 1 capitalina, jugando en el parque, comprando chistes, víctima de las travesuras de su hermano, contemplando desde la cima de un árbol las torres del Palacio Nacional y la punta de la Torre del Reformador. Las calles nuestras son revividas con nostalgia. Allí están los lustradores villanos, el cielo claro, nuestro "invierno" lluvioso, el precio de 6 centavos de una bebida gaseosa, aprehendidos por la memoria profunda de un escritor que fue arrancado de esta realidad en días aciagos. Pero, además, en dicha obra reside la terrible postura de "no pertenecer", de ser siempre un extraño en tierra de otros, un niño judío en tierra católica, bendecido por una criada que rezaba en su lengua a los dioses españoles. Su confusión de idiomas nos retorna a Babel, porque el escritor aprendió de niño a expresarse en castellano, mientras aprendía el inglés y escuchaba la voz paterna e intolerante en alemán, rudo lenguaje del pueblo que persiguió a sus ancestros hasta que vinieron a dar a este paraíso por un tiempo en la tierra, y también estudiaba hebreo en la única sinagoga de la Guatemala de entonces, con sus dos leones a la entrada. Los lustradores lo llamaban el gringo, y en Miami descubriría el trato diferenciador que evoca su raza. Siempre un extraño en tierra de otros, buscando en la literatura la patria prometida. Cierra el abanico de historias un incongruente aunque interesante y patético texto sobre su relación resentida con Gabriel García Márquez, quien en una oportunidad lo convidó a una cena en el Edificio Dakota, en el departamento del famoso músico Bernstein, y permaneció sentado junto a la puerta de salida en la mesa de los escritores latinoamericanos desconocidos, apartados del banquete al que habían sido invitados como la dádiva falsa del autor más famoso de Latinoamérica.

Un libro sin pérdida, para ponerlo entre el equipaje de feriado de la próxima Semana Santa.

Siglo XXI / Magacín. Pág. 4. Guatemala, domingo 18 de abril de 2010.

La exploración del recuerdo
Eddy Roma reseña Ni chicha, ni limonada, obra de David Unger en la cual el autor disecciona sus recuerdos.

Por: Eddy Roma

Stephen Vizinczey, novelista húngaro residente en Londres, afirmó que “la desintegración de las grandes familias ha empobrecido a la sociedad de innumerables maneras, incluso en su literatura”. David Unger, narrador, poeta y traductor guatemalteco instalado en Nueva York, suscribe tal declaración. Y agrega: “Yo, afortunadamente, pertenezco a una familia muy extensa —judía, católica y aun musulmana— que me ha enriquecido la vida y me ha ofrecido materia fértil como escritor”. De esta herencia proviene buena parte del contenido de Ni chicha, ni limonada, obra que se reparte en doce cuentos y un relato autobiográfico.

David extrae sus historias de los juegos de niños, la inútil espera de un autobús que cambió de ruta, el desafío a las órdenes del abuelo, una conversación entre cuñadas y el descubrimiento del sexo y la injusticia en los prostíbulos. Retrata a una comunidad que ascendió a través del comercio y los negocios. Los Eltaleph, familia de origen sefardí presentada en su novela Vivir en el maldito trópico, “habían comenzado modestamente, primero un almacén de muebles y luego una distribuidora de electrodomésticos japoneses. A mediados de los 60 se habían labrado su miniimperio en empacadoras de plástico, cartón y vidrio”.

El teatro y la novela suelen proveer personajes memorables, como Hamlet y Juntacadáveres. El cuento obtiene un aporte con el tío Abie Eltaleph, personaje ideado por David que demuestra por el perdón y simpatía que reciben los pícaros a pesar de sus ruindades. “Si un talento tenía”, se describe en El intocable, “era el de poder venderle lo que fuera a quien fuera, pornografía al sacerdote o whiskey al abstemio”. Mujeriego, estafador, preso en varias ocasiones por deudas, visto como “el huevo podrido” de la canasta familiar, Abie también era estricto. Al ser desobedecido por sus sobrinos Danny y Henry, les reparte palmadas en la nuca y los manda castigados a su cuarto. Asediado por la enfermedad, la pobreza y la muerte, e influido por su esposa católica, acepta creer “en el triste judío de la cruz”. Vía telefónica, en La víspera del Passover, le dice a Danny: “La mitad de mi corazón está muerta. Atrofiada. Y tengo enfisema. Los años de fumar me han destruido los pulmones. Están llenos de goteras. Y lo peor de todo”, se permite un atisbo de su antigua picardía, “tengo el rabo fláccido”.

En las afueras del hogar ocurren manifestaciones antigubernamentales y rondan los gases lacrimógenos lanzados para dispersarlas. Los padres de David padecieron la inestabilidad nacional; para evitarla, se reubicaron en Estados Unidos. Esa época se reconstruye en el cuento La casita, a través del niño protagonista que añora los frijoles y plátanos de la cena. Su nuevo país le representa la pérdida del español. Al llegar de vacaciones con sus abuelos será visto como un gringo portador de billetes. En cambio, la precisión del inglés como lengua literaria le reportaría beneficios a David. Las traducciones consiguen retener estos símiles: “Si Guatemala era aburrida, en Honduras los tecolotes bajaban el toldo a las nueve de la noche”. “Las nubes colgaban bajas y pesadas, como los cachetes de un gordo”. “Le pareció que salía humo de los volcanes de los posavasos”.

Gabo y yo, memoria de los encuentros de David con el novelista Gabriel García Márquez, refleja el cruce de emociones que experimenta todo joven principiante al conseguir estar cerca del creador a quien admira. Pese a sus intentos por vencer la reserva de quien siempre afirmó escribir para que le quieran, comprueba que tenían la misma afinidad que “zapatos de diferentes pares en la misma caja; el silencio entre nosotros se había vuelto familiar”. Conseguiría la intimidad anhelada muchos años después, al referirle el fallecimiento de un amigo común.

“Yo disecciono los recuerdos, les hago la autopsia, trato de entender qué significados puedo extraer de ellos”, escribió David. Tal declaración puede desplegarse como su ars narrativa, ahora devuelta a sus lectores naturales.

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