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*. Centro Cultural de España, distrito Cultural 4o. norte. Guatemala, jueves 10 de febrero de 2005.

 

>> La presentación estuvo a cargo de Rolando Castillo Quintana y Bernardo Arévalo de León. [Fotografías] [+]

Presentación del Libro
“Las redes intelectuales centroamericanas:
un siglo de imaginarios nacionales (1820-1920)”
de Marta Elena Casaús y Teresa García Giráldez"

Por: Bernardo Arévalo

Comienzo por agradecerle a Marta la invitación a este comentario, talvez un poco improbable porque no es de los temas en los que yo incursiono cuando decido incursionar en alguno de estos temas y además me coloca en la posición de hacer el comentario al libro de una intelectual, que no está atrapada en los términos de referencia de las consultorías, como decía Rolando, y se dedica de tiempo completo a la actividad de la docencia y la investigación y además, los que la conocemos sabemos: con pasión. De manera que voy a tratar de hacer un comentario, que no va ser un resumen ni una paráfrasis del libro, porque creo que los comentarios a libros, cuando uno tiene que hacerlos en este tipo de eventos, tienen que ser sobre todo y en primer lugar una invitación a la lectura. El libro es bueno. El mejor comentario que se puede hacer es invitar a que todos ustedes lo lean, y eso es lo que yo espero lograr hace, pero espero lograr hacerlo, compartiendo con ustedes algunas reflexiones que hia hecho surgir en mi la lectura de este libro, que tiene vínculo con varias de las cosas que ha mencionado Rolando, sobre todos los temas que toca el texto pero que apunta un poco sobre una serie de problemas o tareas pendientes que enfrenta nuestro país.

El libro, y ustedes ya lo van a ver, es un texto compuesto de una serie de artículos que están integrados. Yo recuerdo conversaciones que teníamos con marta en el año 97, en el año 96, es curioso ver en la tribuna un libro que uno se ha dado cuenta cómo ha ido creciendo. En ese momento teníamos en Madrid, con Marta, con Edelberto Torres, con Arturo Arias un grupo donde discutíamos los temas de las relaciones interétnicas, la nación, etc. Después yo me vine a vivir a Guatemala y Marta siguió en lo suyo. Cuando venía a Guatemala nos encontrábamos, hablábamos de los temas y yo veía como yo trataba de seguir incursionando en los libros, pero ella estaba haciendo una investigación seria y sistemática en todos estos temas. Y de repente en su afán de tratar de entender estos imaginarios posibles de nación, empezó a ir a fuentes históricas, empezó a encontrarse a autores olvidados y empezó a agarrar el hilo de una madeja y lo empezó a seguir. Y nos iba contando: mira encontré un libro de este señor que nadie lo conoce, mira lo que dice en el año de 1920, con un entusiasmo enorme. Este libro es el producto del desenredo de esta madeja, de esta pasión de investigación que empezó con una consideración sobre las condiciones contemporáneas en torno al objeto de la construcción guatemalteca donde tuvo que ir a un análisis de las raíces históricas para poder entender. Ha hecho un libro que está compuesto por una serie de artículos que son autónomos, cada uno se puede leer por si mismo, los de ella y los de Teresa, pero que en común están unidos por lo que yo llamaría dos motivos centrales. En primer lugar, el análisis del desarrollo de imaginarios de la nación en dos momentos claves de la nación guatemalteca: alrededor de la independencia y los debates que surgen después y durante la primera década del siglo pasado. Es decir el período que, como señala el título del libro, va de 1820 a 1920. Lo hace, no exclusivamente pero si de manera muy especial, concentrándose en lo relativo a la cuestión indígena y las propuestas de su “solución” para los retos de la construcción nacional.

El segundo elemento que hila todos estos artículos, es un análisis del surgimiento y desarrollo de las élites intelectuales articuladas por un discurso alternativo y el impacto de estos intelectuales, de estas redes, en el desarrollo de los imaginarios, de los discursos y las prácticas de nación.

Es, por lo tanto, un doble abordaje. Tiene un componente de tipo histórico y uno de tipo sociológico, Marta es socióloga...

A Marta ya le he contado esta anécdota, pero el libro de ella me la ha hecho recordar: yo tenía un profesor que cuando empezó su curso de Sociología en la Universidad nos dijo: ¿quién me puede decir cuál es la diferencia entre la sociología y la historia? ¿o la diferencia entre un sociólogo y un historiador? Nosotros decíamos: “bueno, la historia estudia esto… y la sociología estudia esto…” y él dijo: “el resumen es que el sociólogo lo entiende todo, pero no sabe nada y el historiador lo sabe todo, pero no entiende nada”. Era el llamado a un planteamiento transdisciplinario para tratar de hacer métodos correctos de interpretación social. Esto ha sido ya ha sido incorporado por la mayoría de las metodologías de las ciencias sociales, pero el libro de Marta responde a este doble abordaje. Requiere una doble lectura, una como un texto de historia de las ideas o historia intelectual, es decir, análisis de conceptos o motivos y su evolución en el tiempo en relación con autores y contextos, y permite una segunda lectura como un texto de sociología política que adelanta elementos para una interpretación de la relación entre las transformaciones en el ámbito de la cultura y las transformaciones a nivel de los procesos políticos y sociales.

Mis reflexiones van a seguir un poco en este orden: la primera es referente al elemento de tipo histórico y esto, como yo no soy historiador, tuve que tratar de ponerme al día y me prestaron un texto de Perry Anderson, Campos de Batalla en donde él hace un abordaje que señala posible enfoques metodológicos para poder hacer estudios desde la perspectiva de la historia de las ideas. Y el cita: primero un abordaje que es el antiguo, el clásico, que recoge un concepto o un tema individual que se convierte en la unidad de investigación y que se rastrea el trazo de este concepto o de esta idea a lo largo del tiempo en la obra de sucesivos pensadores.

El segundo método posible que él identifica es el que recurre al discurso como un lenguaje colectivo de las ideologías dominantes en un momento dado, rechaza cualquier extrapolación de ideas particulares a partir de ellos y subordina los autores individuales a las posibilidades que la historia les otorga para articular ellos este discurso que es un discurso que es un discurso superior a ellos.

El tercer método que él señala posible es el método que de hecho lo que hace es negar la posibilidad de un significado estable del texto, tratar de mostrar la dependencia sistémica que tiene el texto de los lectores, entonces el texto se convierte en una cadena de significados en donde no hay autoría final, de acuerdo a este esquema uno nunca puede saber qué fue lo que quiso decir el autor porque cada lectura, inclusive de una misma persona tiene nuevos elementos, los recrea, etc.

Y el cuarto es el de la exploración de un autor individual, no tanto de sus textos y discursos, sino al autor mismo y a su pensamiento, como una unidad funcional situada dentro de las corrientes intelectuales y políticas de su época.

Hay un quinto método, y seguramente hay más, pero aunque no lo menciona Perry Anderson es un método que es el llamado Método generacional, que es el que se usa muchas veces en historia de la Filosofía, en la historia de la educación, etc. Y es el que recoge el estudio del autor individual que hace Anderson y lo recoge con un diálogo que establece este autor con sus contemporáneos y con sus antecesores. En el intento de conformar y reformular ideas que fundamentalmente una visión de proyección hacia el futuro, es decir, es un autor en un diálogo que en última instancia tiene un sentido propositivo, tiene un carácter generacional y que señala la vocación histórica de cada generación, es decir, señala que hay generaciones intelectuales que tienen una vocación de ruptura que por efecto de acumulación de los procesos de transformación de las ideas que han venido sucediendo en sucesivas generaciones, llegan a un punto en donde ellos están en capacidad de reformularlas en una visión de ruptura y otras que se convierten sencillamente en administradoras de un conocimiento recibido que no implica ningún cambio, ninguna transformación.

La historia de las ideas que Marta desarrolla en este libro, corre a caballo entre este cuarto y este quinto método. Es decir, es una reconstrucción intelectual individual, pero también tiene una articulación generacional en términos de la proyección de ideas de cambio.

Esto me llevó a mi a leer a lo largo del texto, y me lo recordaron estas lecturas, que en el fondo me da la impresión, y seguramente tendré que volver a leerlo y hablaré con Marta para que me diga si estoy equivocado, que de lo que estamos hablando es de dos corrientes separadas, que transcurren en la historia guatemalteca, prácticamente desde los años precedentes a la fundación de la República, de la independencia, etc., y que lo que hacen es irse reformulando en forma sucesiva a partir de nuevos elementos que aparecen en el horizonte intelectual pero que siguen respondiendo a la misma contradicción, a tensiones básicas no resueltas en el momento de la creación de la Nación. Las tensiones entre los problemas de inclusión y exclusión, los problemas de segregación y asimilación, los problemas de segregación y ciudadanía, etc., aparecen estos discursos en los distintos momentos como una misma idea fundante que va adquiriendo nuevos lenguajes y nuevas representaciones dependiendo del horizonte cultural e intelectual que cada momento. En determinado momento se alimentan del darwinismo y del spencerismo, o por el otro lado se pueden alimentar de la teosofía o del arielismo, pero da la impresión de que siguen respondiendo a esta misma tensión básica no resuelta.

Si estos proyectos, si esta articulación de ideas, llega a asumir las características de procesos generacionales, y no estoy seguro, entonces estaríamos frente a un enfrentamiento generacional, que sería un fenómeno interesante de estudiar en términos de la historia de las ideas. ¿Cómo se puede llegar a una situación de esta naturaleza? ¿Por qué en el proceso del desarrollo intelectual una generación se convierte en el receptáculo de todas estas visiones y tendencias al cambio mientras otras se convierten en las reafirmadoras de los principios de mantenimiento del sistema? Y creo que esto es una vena que abre Marta, que está presente en otra serie de artículos y autores y que creo que sería muy interesante rescatar en términos de un programa para una exploración de la historia de las ideas en Guatemala.

El segundo comentario, es ya no sobre los aspectos históricos, sino sobre las cuestiones más concretamente sociológicas. Marta propone que entre finales del siglo XIX y comienzos del XX emerge un nuevo grupo social hasta entonces no claramente identificado y conocido como tal: el de los intelectuales. Que jugaron un papel clave en la construcción del discurso estructurado y coherente sobre la identidad nacional sobre la recuperación del pasado histórico, etc., incluidas concepciones o redes parciales, como le llama ella, redes que han sido influenciadas por corrientes como la teosofía, el krausismo y otras que ella llama regeneracionistas, con propuestas y visiones de mundo, claramente alternativas y progresistas, en el libro de Marta ustedes van a encontrar citas realmente notables de expresiones de un pensamiento muy progresista en momentos tempranos de la historia guatemalteca del siglo XX.

Inclusive menciona de manera muy directa el papel clave que jugaron estas élites en la gestación de movimientos políticos como el iluminismo que tuvo impactos concretos que fue un actor real en el imaginario político. La pregunta es ¿si eso es cierto, por qué continuamos atrapados en esa misma tensión conceptual que existe desde antes de la independencia? ¿Por qué esta efervescencia intelectual, la existencia de estas ideas y motivos de tipo progresista, enfrentados al futuro y con la idea de una nación justa, no cuajan y nos hacen continuar como decía Rolando, amarrados, anclados en el mismo tipo de debates y problemas históricos?

Me recordé de un texto de (¿?) que analizaba precisamente, el surgimiento de una nueva élite intelectual como factor decisivo para el surgimiento de lo Karl Jaspers llama, las eras axiales, es decir, un momento de gran rompimiento cultural, en el que surgen las nuevas civilizaciones que se desprenden de las antiguas civilizaciones panteicas y surgen civilizaciones algunas monoteístas otras no, que están caracterizadas por una profundización de la brecha entre este mundo y el otro. Lo trascendental y lo mundano. Y lo que señala es que en este proceso de cambio, los intelectuales juegan un papel fundamental. Él identifica y dice “la razón de la transformación del mundo de una manera radical, en donde el otro mundo era una extensión de este a esta sensación de profunda brecha que hay en las religiones monoteístas de las grandes civilizaciones es la responsabilidad de una élite intelectual y en este proceso de responsabilizarlos analiza e identifica una ruta que de acuerdo a él y a una serie de estudios, le permitió a esta élite intelectual incidir de una manera concreta, al grado de que llegaron a cambiar la naturaleza de las sociedades donde vivían de una manera definitiva. Y es una ruta básica de tres fases: el primero señala el surgimiento de la clase intelectual como una clase autónoma con respecto a las organizaciones sociales funcionales o las formaciones adscriptivas, normales, tradicionales que formulan la primera propuesta heterodoxa, la primera propuesta de cuestionamiento, es decir, una primera visión del orden social que compite con las anteriores y de hecho entra a competir con intelectuales o los portadores de estas visiones. La segunda parte es la institucionalización de estas visiones dentro de las élites dominantes y subalternas, las que pasan a incorporarlas en los centros y subcentros sociales, es decir, estos motivos, estas ideas, permean, penetran en la cultura de las élites dominantes que entonces las institucionalizan como un motivo central dentro de la civilización y pienso en este caso, por ejemplo en el proceso del cristianismo y la forma como transforma el Imperio Romano y cómo va penetrando. Y esto por supuesto genera un cambio de lo que él llama el mapa conceptual profundo de una civilización, la definición de qué es correcto y lo que no es; qué se puede y qué no se puede y todas las articulaciones, y a la transformación del mapa conceptual sigue, evidentemente la transformación del orden social y del orden político. Y recuerdo así, grosso modo este modelo, porque sirve para ilustrar o para tratar de examinar el proceso sufrido en el caso del surgimiento de una nueva élite intelectual guatemalteca como esta, que tiene una clara formulación de visión orientada (¿?) de la transformación de las estructuras sociales del país y el hecho de que al final esta generación sea incapaz de traducir estas visiones en procesos de efectiva transformación de las normas culturales y en consecuencia de la realidad social. Esta élite intelectual heterodoxa, no logró articular hasta el punto que permeara a la élite dominante y que fuera legitimada, institucionalizada socialmente, las élites intelectuales que señala Marta, no lograron convertirse en lo que (¿?) llama socios autónomos, ya sea de las élties dominantes o de los movimientos de protesta, o como lo diría, desde otra perspectiva analítica Hugo (¿Zenelmann?) en un estudio sobre Cultura y política en América Latina, son utopías que no cristalizan en proyectos capaces de conferirle un contenido en función de un grupo social que lo protagonice. Entonces, se limita su capacidad, su potencial de cambio a partir de que toda su visión responde a esta necesidad.

Yo creo que el día de hoy, es decir yo estaba hablando de 1920, me parece que nuestro mapa conceptual, cultural guatemalteco está muy poco cambiado no solo desde 1920 sino que en referencia a 1820, creo que tenemos una élite intelectual que no sé si logra asumir esas características de un grupo autónomo y no sé si está articulando un discurso heterodoxo y alternativo que sea el vehículo del cambio, pero evidentemente creo que esta élite intelectual guatemalteca se mantiene en la periferia del sistema político en términos de su capacidad de incidir y apuntalr procesos de cambio.

En mi tercera y última reflexión, voy a “entrarle al trapo” como dirían en la tauromaquia, a una de las provocaciones intelectuales que Marta nos hace en su texto, y Marta es una genial provocadora intelectual, sus libros anteriores dan fe de esta vocación.

Cito “intentaremos cuestionar el análisis histórico simplista y esquemático de la historiografía centroamericana de ese período, muchas veces realizados bajo el antifaz liberal o marxista de la época, considerando que todo aquello que no fuera positivista o materialista era conservador y “cachureco”y servía a los intereses de la oligarquía, sin analizar cuáles eran los presupuestos filosófico-políticos sobre los que se erigía esta tercera vía, y que defendían un estado social, cuando no un proyecto socialista y con vetas anarquizantes”.

Aquí voy a hacer una reflexión un poco más personal y sucede que en ocasión de la conmemoración del centenario del natalicio de mi padre, Juan José Arévalo, tuve la oportunidad de entrar a profundizar en uno de los aspectos de su Itinerario que a menudo se ha señalado como confuso, el socialismo espiritual, como él llamó a su doctrina política. El Itinerario Intelectual de Juan José Arévalo tuvo dos vertientes, una pedagógica filosófica y la otra política. La primera la pedagógica filosófica siguió la ruta de su formación académica en las aulas universitarias argentinas, encabezadas en ese momento por una generación de intelectuales europeos que huían a inicios del siglo pasado, de la guerra y de las dictaduras. En la vertiente política, sin embargo, siguió una ruta distinta que contaba elementos filosóficos derivados del liberalismo neo kantiano y del platonismo, con su apreciación de experiencias pictóricas concretas como la del México revolucionario, la Argentina de Perón y los Estados Unidos de (¿?). Sin embargo, tanto las doctrinas filosóficas que eran el fundamento de su marco conceptual, como las políticas que extraía de experiencias y de autores que encontraba a lo largo de su vida, no correspondían ni a la vertiente del positivismo liberal, ni a la vertiente del materialismo histórico. Su propuesta política influenciada indirectamente pero muy claramente por el krausismo argentino, que reformulaba el krausismo español tenía elementos centrales de justicia social y señalaba la necesidad de una intervención vigorosa del estado para lograr esa justicia pero en el marco de un armonismo que rechazaba en principio la lucha de clases. Esto es lo que en Argentina se llamaba la reparación, gobiernos que tenían un profundo sentido de justicia social pero que rechazaban como principio la idea de la lucha de clases.

Marco Vinicio Mejía señala que Arévalo es un autor perdido entre el panteísmo liberal y el materialismo colectivista y ese es uno de los motivos que surgen en el libro de Marta muy fuertemente en referencia a esta generación y por eso me he permitido traerlo. Lo confuso del arevalismo, lo confuso de esos autores, cuando uno trata de conciliar esas aparentes contradicciones reside no en la naturaleza propia de su doctrina política, sino en la pérdida de la clave cultural para interpretarlos. La batalla ideológica entre el positivismo y el materialismo que se dio a finales del siglo XX, opacó, relegó al idealismo como una matriz generadora de propuestas políticas. Irigoyen en Argentina, Arévalo en Guatemala, fueron experiencias de gobierno, fundadas en una filosofía política que da lugar a una tercera vía y que tiene como característica común un fuerte componente étnico, un principio de regeneración social a partir de la regeneración individual, un compromiso con la justicia social y con la democracia como la única vía posible para el gobierno de la sociedad. La reflexión es histórica pero no solo histórica en momentos en que estamos empezando a tratar de reformular paradigmas que nos permitan empezar a intentar resolver los problemas de nuestro país, el problema de Guatemala, creo que sería altamente importante hacer lo que Marta ha hecho, darle una vista, una mirada a la historia, identificar este tipo de motivos intelectuales en los distintos ámbitos y empezar a hacer lo que Bienvenido Argueta llama una reconstrucción crítica, una recuperación crítica de aquellos elementos que pueden servir para la reformulación de los inventarios políticos en este momento. Muy probablemente las carencias en el nivel de la ética y otros problemas podrían llegar a solucionarse con el tipo de aproximaciones de regeneración de lo social a partir de lo individual que eran la característica común de todos ellos.

En definitiva el libro de Marta es un aporte sustantivo en este sentido, es un aporte sustantivo como lo mencionó Raúl en la historiografía guatemalteca, pero es un aporte sustantivo también para empezar a recuperar elementos que nos permitan empezar a imaginarnos de una manera distinta como nación, empezar a crear imaginarios alternativamente que sencillamente no son posibles en el marco de esta dicotomía entre positivismo liberal y el determinismo histórico. A lo mejor no son posibles, pero por lo menos podemos intentarlo, en algunos casos creo que han dado lugar a experiencias de gobierno muy claras. En resumen espero que esto los haya motivado para leer el libro: léanlo, el libro es denso y complejo, se merece una muy buena lectura.

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