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Diario de Centroamerica / La Revista. Pág. 14. Guatemala, viernes 11 de diciembre de 2009.

La masacre de Panzós
● Victoria Sanford
● F&G editores, 2009

El 29 de mayo de 1978 en Panzós ocurrió una de las primeras masacres del conflicto armado en Guatemala. Más de cien hombres, mujeres y niños fueron las víctimas: hace 31 años cientos de campesinos se concentraron frente a la municipalidad y donde soldados del Destacamento de Zacapa, abrieron fuego contra los que reclamaban tierra. Se dijo oficialmente que los promotores eran guerrilleros. Allí se condensó la historia del país, como historia del poder. Victoria Sanford contribuye al esclarecimiento de esta masacre y al estudio de la violencia política en Guatemala. Sanford habla del nexo ancestral de la población q’eqchi’ con la tierra y cómo, desde la colonia, la relación entre poder y población indígena ha tenido un componente de violencia directa y despojo agrario. | NM | DCA

Prensa Libre / Weekend. Pág. 2. Guatemala, viernes 19 de febrero de 2010.

Libro
La Masacre de Panzós

Victoria Sanford, profesora titular de Antropología del Lehman Collage y del Graduate Center de la City University de Nueve York, estudia a este abominable hecho de nuestra historia reciente, inscrito dentro del desarrollo de la dominación étnico-política propia de nuestra región, mientras documenta cómo se llevó a cabo y propone una posible forma para su esclarecimiento y resarcimiento históricos. Es un estudio académico riguroso; sin embargo, el hecho sigue siendo escalofriante hasta los huesos.

Prensa Libre / Opinión. Pág. 16. Guatemala, jueves 25 de febrero de 2010.

 

 

 

 

 

"Ellos nos dijeron que la tierra ya no era nuestra, entonces fuimos al INTA porque toda la tierra nos la quitaron y ya no dejaron nada de tierra...". (CEH, 1997b:D231)

La masacre de Panzós
Por: Margarita Carrera

Corría el año de 1978 cuando salió en los medios de comunicación una noticia que conmovió a Guatemala. Se trataba de la masacre de Panzós, Alta Verapaz, realizada por el Ejército en contra de los indígenas que reclamaban sus tierras. Fueron asesinadas más de cien personas, incluyendo mujeres y niños.

La investigadora y escritora Victoria Sandford escribe sobre este hecho que marcó nuestra historia. El título de su libro es La Masacre de Panzós, editada de manera impecable, como sus otros estudios, por F&G editores. Victoria es profesora titular de Antropología en Lehman College y en Graduate Center de City University of New York. También es investigadora asociada en el Center for International Conflict Resolution de Columbia University e investigadora afiliada del Center for the Study of Genocide and Human Rights de Rutgers University. Actualmente es presidenta del Comité de Derechos Humanos de la Asociación Americana de Antropología. Sus otros libros son: Violencia y genocidio en Guatemala y Guatemala: del genocidio al feminicidio.

Se trata, pues, de una autoridad en el tema del genocidio. A partir del hecho de Panzós, Victoria escribe la historia nacional. Sergio Tischler Visquerra, quien hace el prólogo, afirma que Victoria “nos habla del nexo ancestral de la población q’eqchi’ con la tierra, y cómo desde la Colonia la relación entre el poder y la población indígena ha tenido un componente fundamental de violencia directa y despojo agrario”.

Hasta la fecha la oligarquía guatemalteca continúa dominando nuestro territorio. El despojo que ha sufrido la población indígena tiene su origen en la reforma liberal de 1871, cuando el estado guatemalteco reforzó el gobierno colonial de la servidumbre agraria. Así la historia nacional es la historia del poder oligárquico. Por ello, frente al levantamiento en Panzós, el 29 de mayo de 1978, la élite llevó a cabo la masacre, imponiendo así el terror.

“En este sentido —nos dice el prologuista— el estudio de Sandford es muy importante porque permite analizar cómo en Panzós se condensó violentamente la historia del país, como la historia del poder y de las luchas contra ese poder; algo que se daría en una escala enormemente mayor durante la política de ‘tierra arrasada’, en los ochenta”. Esto es el punto de partida del conflicto armado interno, mejor llamado guerra sucia. No solamente da a conocer los hechos verdaderos, sino expone la versión oficial de los mismos, contrastándola con la de las víctimas y con la de periodistas. Según el Ejército, los indígenas fueron los culpables, mientras que el Ejército actuó en defensa propia. O bien, los indígenas fueron utilizados por el Ejército Guerrillero de los Pobres. Al recurrir a otros culpables, se da a entender la incapacidad que tienen los indígenas para pensar y reaccionar. Necesitan ser mandados por los patrones de las fincas y las instituciones estatales. Esto justificaría cualquier barbarie en su contra.

Otro aspecto que hay que resaltar es cómo se toma el terror como arma, táctica que se empleó durante la guerra sucia. Sandford colabora con el rescate de la memoria histórica, al hacer hablar a las mujeres quienes describen los hechos como los vivieron, algo que ha dejado una huella de dolor indeleble en sus vidas. Así la dignidad se impone en muchos casos. “EL YO NO TENGO MIEDO de una de las oradoras en la ceremonia de re-entierro de los restos de las víctimas encontrados en un cementerio clandestino de Panzós, es un profundo desafío a la trama perversa de dominación, donde el terror ha sido una constante”.

“Es un trabajo que recupera la memoria de los sin voz como momento central de la lucha contra la impunidad”, observa acertadamente el prologuista.

Diario de Centroamerica / La Revista. Págs. 1, 4 y 5. Guatemala, viernes 26 de febrero de 2010.

 

 

 

 

 

 

Cada masacre, cuando se está haciendo la investigación, es la peor, porque las historias de sufrimiento son tan terribles...

Victoria Sanford, antropóloga
"Hasta que se procese a los asesinos del pasado
no va detenerse la criminalidad de hoy”
Por: Nora Martínez

Es presidenta del Comité de Derechos Humanos de la Asociación Americana de Antropología. Se doctoró en la Universidad de Stanford y es profesora asociada de antropología en Lehman College. Ha trabajado como investigadora y activista de derechos humanos. Su trabajo gira en torno a temas como memoria colectiva, la reconstrucción de comunidades, derechos humanos y derecho internacional humanitario durante y después de conflictos armados en América Latina y África. Sanford visitó Guatemala por primera vez en enero de 1990.

A propósito de su reciente publicación La masacre de Panzós: etnicidad, tierra y violencia en Guatemala (F&G Editores, 2009) concedió esta entrevista.

¿Cómo se involucró en el estudio del caso de la masacre de Panzós?
Estuve haciendo una investigación en el 96, 97, para el doctorado en la universidad de Stanford. Ya había trabajado con la Fundación de Antropología Forense desde el 93 y 94, cuando era el Equipo de Antropología Forense de Guatemala. En el 97 ellos estaban encargados por la Comisión de la Verdad de la Comisión del Esclarecimiento Histórico, de hacer una investigación de cuatro casos. La Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) quería tener estudios de comunidades, con evidencias concretas para comprobar que sí hubo masacres. Escogieron cuatro comunidades y Panzós era una de ellas.

¿Por qué es importante establecer la verdad?
En el caso específico de Panzós, esta masacre que ocurrió en 1978 fue como la chispa de la ola de masacres que surgió después. Luego de Panzós hubo 625 masacres más perpetradas por el Ejército durante el conflicto armado, lo que significaba un genocidio en contra de la población maya. La importancia de Panzós es que es la primera masacre y ocurrió en un momento en que la gente se quedó shockeada, pero también respondió: hubo manifestaciones de estudiantes, de trabajadores en la capital. Una señora me dijo: “Yo manifesté en contra de la masacre de Panzós, yo no era estudiante, yo no era política: yo manifestaba porque era una persona decente”, y no podía entender cómo era posible que mataran a la gente así. Hacer un estudio sobre Panzós es importante porque muestra por un lado la realidad de la comunidad. Y el otro, este caso explica un poco las relaciones entre el Estado y la sociedad civil en ese tiempo, no solo en Panzós, sino en la sociedad guatemalteca en general. Este estudio no es solamente sobre la masacre de Panzós. También hay una historia de robo de las tierras comunales indígenas desde el siglo XIX, específicamente en el área de Panzós, y se muestra cómo los finqueros, las elites en estos pueblos, aprovecharon la capacidad represiva del Estado para robar las tierras de los indígenas. Ellos siempre tuvieron el recurso de la violencia de Estado detrás, porque el Gobierno siempre estuvo del lado de los finqueros y los finqueros, tanto como la gente q’eqchi’ de Panzós, aprendieron que el Gobierno siempre iba a respaldar a los ricos.

Panzós era una comunidad indígena como cualquier ¿Por qué fue elegida para perpetrar la masacre?
Esta pregunta da una oportunidad de explicar lo que pasó en Panzós. En este tiempo había un alcalde que se llamaba Flavio Monzón, quien había robado una gran cantidad de tierras a la gente q’eqchi’. Sobrevivientes de la masacre, e incluso algunos ladinos del pueblo, me contaron, cuando hice la investigación, que él les había dicho que les iba a regular los terrenos y ellos le creyeron. La gente firmó con huellas un documento el cual iba a llegar al Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA) para la regulación de los terrenos, pero luego les dijo que había un problema: los del INTA no entendieron, así que él puso los terrenos a su nombre, pero que siempre se los iba a prestar. Después les informó que no eran de ellos. Entonces la gente solo podía hacer sus cosechas en la orilla del río y las cosechas se inundaban cuando llovía mucho. En estas circunstancias la gente se comenzó a organizar para protestar por sus tierras. Hubo una manifestación y los finqueros de Panzós estaban muy molestos por esto. En las actas del municipio se demuestra que había una reunión en la cual hablaron de lo que iban a hacer. Hablé con funcionarios que en ese tiempo estuvieron en la reunión y dijeron que celebraban el cumpleaños de uno de los concejales de Panzós y decidieron llamar al Ejército. El Gobierno local fue el que llamó al Ejército, y cuando llegó la gente manifestando, el Ejército abrió fuego.

Usted habla del despojo agrario, ¿esto sigue siendo motivo de controversia?
Sí. Hace varios días leí sobre una comunidad en Retalhuleu donde 258 familias desplazadas regresaban por sus terrenos, y la respuesta del Gobierno es que no pueden hacer nada por falta del catastro de la tierra. Sigue siendo un problema principal de conflicto, y una justa distribución de tierra haría una gran diferencia en la nutrición de los niños, porque la gente no tiene terrenos suficientes para cosechar y alimentar a sus familias.

¿Hay alguna simbología detrás de la masacre de Panzós?
Pienso que el simbolismo que hay detrás de esto es muy representativo del desprecio que tenía el ladino por el indígena. No eran vistos como seres humanos y las vidas de los indígenas tenían menos valor que otras vidas. Cuando pasó esta masacre, creo que para el Ejército significó la posibilidad de hacerlo. Panzós era un lugar perdido y quisieron mostrar a la gente que se estaba organizando que podían ocurrir este tipo de matanzas. Recordemos que entre los años 76 y 78 había habido ya varios asesinatos y Guatemala no era un lugar seguro para la gente que quisiera hablar de justicia social o de derechos humanos. Mucho menos para la gente que quisiera hablar de los derechos o del acceso a las tierras para los indígenas.

¿Se establecieron responsabilidades de autoría de la masacre?
En ese tiempo, Kjell Laugerud García era presidente. Él tenía responsabilidad de mando. Otto Spiegler era ministro de la Defensa. Spiegler tomó un papel muy público y defendía la masacre. Ellos decían que no habían matado gente de Panzós y hablaban en términos muy racistas para justificar lo que habían hecho. Decían cosas como “nuestros q’eqchi’s son mansos. Esta gente que vino aquí era gente enviada por Fidel Castro”. Había un discurso anticomunista que se mezclaba con el discurso del racismo. Los periódicos citan lo que ellos decían. Incluso decían que venían fuereños con cintas electromagnéticas que tenían palabras en q’eqchi’ para engañar a la gente local. Las justificaciones parecen algo sacado de una película. Además se ve la responsabilidad del Ejército porque se negaba acceso a la prensa. El 29 de mayo la prensa intentó entrar a Panzós y el Ejército no dejaba. Tenían cerradas las carreteras. La respuesta del Ejército era que estaban protegiendo la vida de las personas, pero estaban metiendo más soldados. Cuando por fin llegaron los periodistas, encontraron que había más soldados que civiles. La gente había huido de Panzós.

¿Qué contrastes hay entre la historia oficial y la realidad que muestran las investigaciones?
Los contrastes son impresionantes porque ellos decían que los q’eqchi’s son mansos y no son capaces de organizarse. Pero sí habían estado organizándose por varios años por el derecho a sus terrenos. La gente q’echí’, como cualquiera en el mundo, se organizó para proteger la vida de sus hijos, para que sus hijos tuvieran mejores posibilidades, por lo menos de alimentarse. No eran fuereños organizándolos: la idea de que había gente con cintas electromagnéticas es absolutamente absurda. Lo cierto es que la gente sí se había organizado, que había manifestaciones, que fueron al centro para protestar por sus tierras, que el gobierno local sabía sobre esto y llamó al Ejército y que al llegar la gente a la plaza el Ejército abrió fuego.

¿Cuál fue la pauta que esta masacre marcó?
Una de las cosas que se puede observar es que hay un marco de comportamiento del Ejército y sus fuerzas de seguridad. Lo que sucedió en Panzós llegó a ser el mismo marco que se iba a usar en otros lugares: primero hay una masacre, luego la gente que sobrevive se va huyendo, el Ejército los busca, y los que no han salido huyendo, llega el Ejército y los asesina selectivamente. Este patrón se dio por dos años después de la masacre de Panzós. No había ya líderes comunitarios, mataron a los hombres que hablaban español. Se ve este comportamiento del Ejército de perseguir y matar a la gente después de la masacre, llegar a las casas y agarrar gente selectivamente, y lo hacen con la participación de gente local que indicaba a las fuerzas de seguridad a quienes les parecía que el Ejército debía eliminar. Se ve la confluencia de los intereses de tierras de gente local y la actitud del Gobierno para con cualquier movimiento pro justicia, porque la justicia iba en contra de una dictadura militar.

¿Cuál es la importancia de reconstruir los hechos para la historia?
Una es dar fe de la palabra de los sobrevivientes, de las víctimas. Cuando tomé los testimonios, les pregunté a las personas si querían que se usara su nombre o si querían dar otro por su seguridad, si tenían miedo, pero la gente pedía que apareciera su nombre. Para la gente hay una necesidad grande de que la sociedad la escuche. La reconciliación que necesita Guatemala es que la sociedad en general reconozca lo que les pasó a las víctimas de las masacres y también a las familias de los desaparecidos y de los asesinados. La gente no tenía culpa de los asesinatos, sino que el Ejército usaba la violencia como primer recurso porque lo que le importaba era el poder. Esta historia es importante para saber la verdad y porque los responsables nunca han sido procesados… son criminales de guerra, han cometido crímenes en contra de la humanidad. Un día van a tener que llegar a la corte para enfrentar juicios. Antes de esto no va a haber justicia en Guatemala. Hay una razón por la cual hay tanta criminalidad en Guatemala hoy y es porque el sistema jurídico está moribundo, porque todas las investigaciones están sentadas en el sistema jurídico. La Fundación de Antropología Forense de Guatemala ha hecho unas 350 ó 400 exhumaciones y hay evidencias forenses científicas. La razón de que no procesen a los asesinos de hoy es que si los procesan tendrían que procesar a los asesinos de ayer. Hasta que se procese a los asesinos del pasado no va detenerse la criminalidad de hoy. Las dos cosas están interrelacionadas. Una razón por la que es importante la historia de Panzós, las de otras comunidades y de los que han luchado por la justicia es mostrar la historia de lo bueno que tiene Guatemala. La gente habla de que Guatemala es un país violento, pero no es un país violento, tiene un estrato de poder que defiende su dominio celosamente y el pueblo guatemalteco es un pueblo que quiere vivir en paz y es necesario que conozca su historia para que no se siga repitiendo.

¿Por qué sucedieron masacres en Guatemala, si es un pueblo que busca la paz?
El pueblo, es decir, la gente de Guatemala sí busca paz. Pero el Ejército y la oligarquía solo buscaban enriquecerse y consolidar su propio poder. No les importaba el costo en vidas. Siempre han utilizado el recurso de la violencia para mantener el ejercicio del poder.

¿Cuál es la diferencia de aquella violencia de guerra con la violencia actual, que cobra casi igual número de víctimas a pesar de los Acuerdos de Paz?
El conflicto armado interno produjo genocidio, y el Ejército, que era el Estado en ese tiempo, fue directamente responsable de hechos de violencia: 626 masacres y 93% de la violencia, que cobraron la vida de 200,000 personas. Ahora el Estado tiene responsabilidad, a veces, por comisión de la violencia. Pero también tiene responsabilidad por tolerar la violencia de sus agentes o de actores privados que saben que el Estado no los va a llevar a juicio. También el Estado tiene responsabilidad por no cumplir con su papel para garantizar los derechos y la vida de sus ciudadanos.

¿Cómo salió usted de esa experiencia?
Hace unos años escribí un libro que se llama Secretos enterrados: Verdad y derechos humanos en Guatemala que se trata de Rabinal, de Panzós, de Nebaj y otros lugares donde trabajé con los forenses haciendo exhumaciones. En Guatemala se han publicado libros como Violencia y genocidio y ahora este de Panzós. Hace como dos años me invitaron a escribir algo sobre mi experiencia personal y pensé que si yo escribiera otra vez mi libro sobre Guatemala, lo empezaría diferente. Lo empezaría diciendo: “Yo salí de Guatemala con susto”. Si me preguntan qué es susto, susto es un sentimiento extremo, no solo físico sino también del espíritu. El susto puede enfermar a la gente. En el campo se dice que uno se muere de susto, pero no es solo de miedo. Es una enfermedad del espíritu, el haber visto tantas cosas malas que uno tiene que procesar. Una de las cosas de las cuales hablamos cuando terminamos de explicarnos una masacre es que es la peor masacre que ha pasado. Cada masacre, cuando se está haciendo la investigación, es la peor, porque las historias del sufrimiento de la gente son tan terribles que uno se llena de tristeza. Al mismo tiempo pienso que el susto y la tristeza se pueden enfrentar como lo ha hecho mucha gente, procesándolo, y llega a ser una fuente de fuerza para afrontar a los responsables de quienes han hecho tanto daño. Salí muy afectada y me costó mucho superarlo. Recogí el testimonio de más de 400 sobrevivientes de masacres, no solo de Panzós, y son historias muy impactantes. Sigo en contacto con personas con quienes trabajé en el pasado. Yo sigo escribiendo y ellos siguen buscando justicia para sus comunidades y siguen creyendo en la posibilidad de un mejor futuro para sus hijos. Pienso que si queremos leer la próxima página tenemos que leer esta página primero, y esta página es la historia de la violencia del Ejército en contra del pueblo. Si todos podemos entender esto y entender la historia, podemos prevenir algo similar en el futuro.

Es autora, entre otros libros, de Buried Secrets: Truth and Human Rights in Guatemala (2003), Violencia y genocidio en Guatemala (2003), Guatemala: Del genocidio al feminicidio (2008).

Prensa Libre / Cultura. Pág. 52. Guatemala, viernes 5 de marzo de 2010.

 

Estos libros reúnen la historia, cosmovisión, imaginación y realidad de Guatemala

Obras de reciente EDICIÓN
Por: Redacción Cultura

En estas páginas, la tinta es el soporte para el conocimiento, la creatividad y la identidad guatemalteca.

Al lector le bastarán unos minutos para dejarse seducir por cada uno de estos libros.

Poesía, narrativa, investigación, memoria histórica y cosmovisión son los temas que se encontrarán en estas seis obras literarias, las cuales ofrecen una mirada más profunda a la historia del país y a su gente.

Los contenidos van desde un estudio que revela los detalles de una masacre hasta la verdadera interpretación de las predicciones mayas para el 2012. Pasamos también por una historia de ficción, que bien podría ser real, y la inspiración reunida de muchos poetas chiquimultecos.

LA MASACRE DE PANZÓS

Victoria Sanford explora un episodio triste de la historia guatemalteca: la masacre de Panzós, Alta Verapaz. Este libro será presentado el miércoles 10 de marzo, a las 19 horas, en el Centro Cultural de España, en Cuatro Grados Norte.

Siglo XXI / Magacín. Pág. 3. Guatemala, domingo 7 de marzo de 2010.

Libro / Panzós
Miércoles 10, 7 p.m. Entrada libre. Centro Cultural de España. Vía 5, 1-23, zona 4, 4º Norte. 2385-9066 y 67. Visite cceguatemala.com.

La editorial F&G Editores presenta el libro La Masacre de Panzós: Etnicidad, tierra y violencia en Guatemala, de la antropóloga estadounidense Victoria Sanford. Los comentarios estarán a cargo de Iduvina Hernández e Irma Alicia Velásquez.

elPeriódico. 5 Minutos. Pág. 29. Guatemala, martes 9 de marzo de 2010.

¿A dónde
PRESENTACIÓN DE LIBRO

El Centro Cultural de España en Guatemala, la Fundación Soros y F&G Editores invitan a la presentación del libro La Masacre de Panzós: Etnicidad, tierra y violencia en Guatemala de Victoria Sanford, con la participación de Iduvina Hernández e Irma Alicia Velásquez. Mañana a las 19:00 horas en el Centro Cultural de España, Cuatro Grados Norte.

CCE/G / Agenda cultural. Pag. 11. Guatemala, marzo de 2010.

PRESENTACIÓN DEL LIBRO
LA MASACRE DE PANZÓS: ETNICIDAD, TIERRA Y VIOLENCIA EN GUATEMALA

El miércoles 10, la antropóloga estadounidense Victoria SanFord presenta en colaboración con F&G Editores La masacre de Panzós: etnicidad, tierra y violencia en Guatemala.

Sandford, que para la ocasión estará acompañada por Iduvina Hernández e Irma Alicia Velásquez, aborda en esta obra el nexo ancestral de los indígenas q'eqchi'es con la tierra, y la violencia y el despojo agrario del que históricamente han sido objeto. Su investigación constituye una contribución al esclarecimiento de los hechos ocurridos en la localidad verapacense y ahonda en el estudio de la violencia política como columna vertebral del Estado guatemalteco.

En palabras de Sergio Tischler Visquerra, éste "es un esfuerzo muy significativo en la brega actual por eliminar las estructuras del poder que guardan en un núcleo duro las posibilidades del terrorismo estatal".

Sobre Victoria Sanford
Es profesora titular de antropología en Lehman College y el Graduate Center de la Universidad de Nueva York. Además, es investigadora asociada del Centro para la Resolución de Conflictos Internacionales de la Universidad de Columbia e investigadora afiliada del Centro para el Estudio del Genocidio y los Derechos Humanos de Rutgers University. Actualmente es presidenta del Comité de Derechos Humanos de la Asociación Americana de Antropología. Ha publicado trabajos como: Violencia y genocidio en Guatemala (2003) y Guatemala: del genocidio al feminicidio (2008).

elPeriódico / Cultura y ocio. Pág. 26. Guatemala, lunes 15 de marzo de 2010.

 

 

Se acaba de presentar el estudio de la masacre de 1978 en Alta Verapaz por la antropóloga Victoria Sanford.

3 décadas después de Panzós
Por: Juan D. Oquendo

“El acontecimiento más horrendo ocurrió en mayo de 1978 cuando los soldados del destacamento militar de Panzós, Alta Verapaz, contrarrestaron una manifestación de campesinos que demandaban tierras y expresaban su descontento por actos arbitrarios de finqueros y autoridades locales y militares de la zona. En el incidente el Ejército masacró a 53 campesinos Q’eqchi’ y 47 más resultaron heridos”. De esa forma menciona la Comisión de Esclarecimiento Histórico en Guatemala: Memoria del Silencio la masacre ocurrida en Panzós.

Victoria Sanford, antropóloga del Graduate Center de la City University de Nueva York, hace un estudio del hecho ocurrido hace casi 32 años en Alta Verapaz, y lo trae a nuestros días en el libro La masacre de Panzós: etnicidad, tierra y violencia en Guatemala, que acaba de lanzar la editorial F&G. En entrevista con ‘elPeriódico’, Sanford nos comenta sobre el estudio realizado

¿Por qué tomar dicho acontecimiento como eje de partida para desarrollar la historia nacional?
– Porque esta fue la primera masacre de una serie de genocidios que en los siguientes 4 años sumaron más de 626 masacres de comunidades mayas. Y porque también se usó el recurso de la violencia por parte del régimen para mostrar que no iban a aceptar movilizaciones populares y que estaban dispuestos a abrir fuego contra mujeres y niños indefensos para silenciar al pueblo. También muestra los vínculos cercanos entre las elites locales y el Estado.

A casi 32 años de la masacre, surge este estudio. ¿Sigue siendo el terror una forma más de dominio en comunidades asoladas por el genocidio?
– El terror, el miedo y la violencia siguen dentro de la conciencia colectiva de las comunidades que sufrieron las masacres, igual que sigue dentro de las vidas de los urbanos que perdieron a sus parientes y seres queridos durante las desapariciones y ejecuciones extrajudiciales. También sigue por los genocidas y asesinos que todavía niegan su responsabilidad como autores intelectuales y materiales de la violencia. Además, las estructuras de violencia se han transformado en el transcurso de los años. Las estructuras no son las mismas de antes, pero todavía tienen el recurso de la violencia para callar o intentar acallar la voz colectiva de los guatemaltecos que siguen pidiendo justicia.

¿Consigue con esta publicación algún resarcimiento histórico de las víctimas?
– La historia de Panzós muestra por lo menos dos cosas importantes: una, que los sobrevivientes quieren contar su historia, y por otro lado, muestra la importancia de los detalles de lo que significa sobrevivir esta violencia, que significa reconstruir sus vidas en represión y pobreza. A veces pienso que nos requiere tanta creatividad sólo imaginar lo que sobrevivieron, que no nos queda más imaginación para crear otro futuro. Y es desde ahí que creo que tenemos que escuchar a los sobrevivientes porque ellos no tienen que usar su imaginación para recontar lo que vivieron.

¿Qué puede comentar sobre el subtema “Lo que nos dicen los archivos”?
– Creo que usted se refiere a los archivos de la Policía que tienen nombres de las muchas personas que la Policía desapareció. Los archivos, aún escritos por los hechores de la violencia, nos dicen que sí ocurrió esta violencia y cuando vemos los nombres de los oficiales y ex oficiales que siguen con puestos altos y poder político, nos dice que un Estado de derecho tiene que procesarlos por el genocidio y los crímenes en contra de la humanidad que ellos desarrollaron y ejecutaron. Porque si no, sólo se queda en papel.

¿Luego de la masacre, qué sucede en Panzós?
– Cuando llegamos a Panzós, una señora de Cobán que había vivido en Panzós en el tiempo de la masacre me dijo: “Qué bueno que están excavando, la verdad. Porque desde la masacre, el silencio ha reinado en Panzós”. ¿Y por qué reinó el silencio? Porque después de la masacre, el Ejército seguía matando a la gente. Perseguía a los que huyeron de la plaza. Los perseguían en el monte, donde muchos murieron huyendo del Ejército. Y, también, el Ejército y los escuadrones de muerte seguían llegando a las casas en las noches y agarrando gente, sacerdotes mayas, catequistas, cualquier persona que se había organizado para mejorar Panzós; fueron desaparecidos y/o encontrados muertos. Esta ola de violencia selectiva seguía por dos años después de la masacre. Por eso reinó el silencio.

Diario La Hora / Opinión. Guatemala, jueves 18 de marzo de 2010.

Palabras de papel

La masacre de Panzós, contextos y sus secuelas
 Por: Eduardo Villatoro

Reitero que no soy crítico literario, de manera que cuando me atrevo a reseñar un libro me apoyo en el autor del prólogo, y en este caso no es la excepción, sobre todo porque se trata del historiador y sociólogo Sergio Tischler Visquerra, un destacado guatemalteco que prolongó su exilio —ahora voluntario, presumo— en la acogedora ciudad mexicana de Puebla, donde se radicó desde hace muchas décadas.

Me refiero a las palabras introductorias del libro "La masacre de Panzós: Etnicidad, tierra y violencia en Guatemala" publicado por la firma F&G Editores y cuya autora es la antropóloga norteamericana Victoria Sanford, profesora titular en Lehman College y el Graduate Center de City University of New Cork, investigadora asociada de otros prestigiosos centros académicos de Estados Unidos y actualmente presidenta del Comité de Derechos Humanos de la Asociación Americana de Antropología.

Aunque, como su el título lo indica, la obra se centra en la masacre de más de un centenar de campesinos qéqchi´, entre adultos, ancianos, mujeres y niños en la población que lleva el nombre del libro, por elementos del Ejército; Sanford —para decirlo con palabras de Tischler Visquerra—, ilustra, asimismo, el proceso de despojo agrario que sufrió la población indígena de las Verapaces y otras regiones de Guatemala con la reforma liberal de 1871, y señala cómo en el período de la revolución democrática (1944-1954) la población de la citada etnia maya comenzó a tener participación en el gobierno municipal, particularmente en lo que se refiere a la realización de ciertos aspectos de la política de reforma agraria del gobierno del presidente Jacobo Árbenz.

Sin embargo, a raíz de invasión de 1954 financiada por la CIA, el proceso de despojo agrario continuó y se agudizó en la década de los 70; pero no decayó la silenciosa resistencia campesina, lo que provocó el miedo de la oligarquía a un levantamiento indígena "de tal suerte que la historia nacional, como historia del poder oligárquico —precisa Tischler—, se va a dar cita en Panzós el 29 de mayo de 1978, para contener a los desobedientes", y para ello era necesaria, desde la óptica de los poderosos, la violencia implacable del Estado: el terror.

En ese sentido, el estudio de Sanford es determinante porque permite analizar la forma en que en Panzós se condensó violentamente la historia del país, como historia del poder y de las luchas contra ese poder, algo que ocurriría en una escala enormemente mayor cuando se aplicó la "política de tierra arrasada", años más tarde. A partir de entrevistas a jefes militares, periodistas y pobladores, la autora reconstruye la masacre de Panzós, cuyo aspecto más contundente es la presentación de un imaginario distorsionado y pervertido en las elites y el Ejército. Sanford reconstruye la explicación oficial de los hechos y la contrasta con la versión de las víctimas y la de los periodistas consultados.

Como resultado de sus investigaciones, la autora presenta uno de los aspectos más importantes y que se refiere al terror selectivo después de la masacre, ilustrando su planteamiento con testimonios de los secuestros y asesinatos perpetrados por el Ejército contra los pobladores de la región, a la vez que realiza una labor de recuperación de la memoria sobre la masacre, con la voz de las mujeres que hablan del inmenso dolor por el asesinato de que fueron víctimas sus esposos, hijos, padres. De esa forma, presenta otro ángulo de la memoria, es el mismo acto de verbalizar el dolor e identificar a los responsables, que aparece como "un acto fundamental de dignidad y de lucha contra el olvido de los hechos ocurridos".

(El juez Romualdo Tishudo le pide a un sargento acusado de asesinar a un campesino que le cuente su versión. El uniformado responde: –Yo estaba limpiando mi arma cuando el hombre me atacó, pero cayó sobre mi bayoneta una y otra y otra y 9 veces más).

elPeriódico. Pág. 12. Guatemala, sábado 15 de mayo de 2010.

Los libros más vendidos durante abril de 2010

SOPHOS

"El material humano" Rodrigo Rey Rosa, Anagrama.

"El arte del asesinato político" Francisco Goldman, Anagrama.

"Nostalgia guatemalteca 2", D-buk Editors S.A.

"Las huellas de Guatemala", Gustavo Porras Castejón, F&G Editores

"Guatemala, The Colors of Enchantment", Marino Cattelan, Xibalbá.

"¡Ecce Pericles!", Rafael Arévalo Martínes, Tipografía Nacional.

"Itinerarios del movimiento indígena americano", Barbara Trentavizi, F&G editores

"La Masacre de Panzos", Victoria Sanford, F&G Editores

"Cómo detectar mentiras", Ekman, Paul, Paidos.

"Escritos políticos de Manuel Cobos Batres", Álvaro Arzú, Artemis Edinter

Fuente: SOPHOS

Diario La Hora / Opinión. Guatemala, martes 18 de mayo de 2010.

Opinión

Panzós: caso abierto de una masacre (Primera parte)
 Por: Carlos Cáceres R.

La matanza de campesinos kekchís en Panzós, Alta Verapaz (mayo, 1978), fue comparada por diversas organizaciones internacionales, entre ellas el Comité Mexicano de Solidaridad con el Pueblo de Guatemala, con la masacre de My Lai, en Vietnam y la de Santa María de Iquique, en Chile. Las fotos de campesinos -hombres, mujeres y niños- arrojados en camiones para el transporte de cualquier cosa, fueron conocidos por la comunidad internacional.

Panzós -anteriormente un puerto fluvial pues a su lado corre el caudaloso río Polochic- se convirtió en un municipio "con una población bajo ocupación militar". La principal ocupación de sus habitantes era y continúa siendo la agricultura -café, yuca, frutas, cosecha del maíz- y con potreros para pastizales. Sus tierras aumentaron de valor al descubrirse importantes yacimientos de níquel, el cual fue un negocio de la compañía Explotaciones Mineras de Izabal (Exmibal), que representaba los intereses de la Hanna Mining Company (acero, hierro, carbón), una empresa de Cleveland, en Estados Unidos. Además del níquel, en la región se encuentra cromo, cobalto, hierro y otros minerales, entre los que destacaba el cobre a cargo de la empresa Transmetales S.A.

A lo anterior debe agregarse que algunas compañías subsidiarias de consorcios petroleros como la Exxon, Shenandoah y los contratos de Hispanoil y Getty Oil, iniciaron la exploración y explotación de petróleo. Asimismo latifundistas de la región impulsaron un amplio programa ganadero junto al proyecto hidroeléctrico Chixoy, el más grande y ambicioso efectuado en Guatemala. También debe destacarse la carretera que es el eje de la Franja Transversal del Norte, que implicaba una política oficial de desarrollo. Comunicaría esta vasta zona prácticamente vinculada a la costa atlántica guatemalteca, así como la frontera mexicana, corriendo de manera casi paralela al océano Pacífico, por el norte de los departamentos de Izabal, Alta Verapaz y Huehuetenango.

Entre los terratenientes militares más importantes empeñados en desalojar a los campesinos que reclamaban sus tierras en Panzós se encontraban el general Otto Spiegler "representante de los terratenientes alemanes que a principios de siglo convirtieron esa región en un enclave prácticamente colonial dedicado a la exportación de café", el ministro de agricultura del presidente general Kjell Laugerud, general Fausto David Rubio, y el "Canche" Marroquín quien, junto a los anteriores, integraban el denominado Club de Cobán, llamado así por sus intereses económicos y ser originarios de ese lugar. A esta situación debe agregarse la presencia de terratenientes civiles, entre ellos, Mario Sandoval Alarcón, el representante en Guatemala de los grupos de extrema derecha (creador de escuadrones de la muerte) junto a su partido, el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), con el cual impulsó lo que llamó "la violencia organizada".

En el texto Voz Informativa Universitaria (Usac, junio, 1978) se expresa: "La verdad es que desde hace muchos años los campesinos de Guatemala exigen se les entreguen las tierras que trabajan desde tiempo inmemorial. Los terratenientes, amparados por autoridades civiles y militares, han venido despojando a los campesinos, especialmente de las regiones indígenas. El caso de Panzós no ha sido el único ni el primero. Hay cientos de casos que se han quedado en el olvido".

Siglo XXI / Opinión. Pág. 10. Guatemala, domingo 23 de mayo de 2010.

Masacre en Panzós
“...los campesinos siguen viviendo en las condiciones de pobreza de hace 32 años; Guatemala no debe olvidar el genocidio”.

29 de mayo de 1979. Los campesinos q’eqchi’ se fueron juntando no lejos del pueblo, con la intención de marchar en grupo a la municipalidad. Allí los esperaban “las autoridades”, ametralladora en mano. Gritos, reclamos, empujones y de pronto solamente el sonido de las balas, masacrando gente del campo desarmada, incluyendo ancianos y niños.

Se trata en el fondo de un despojo histórico de tierras, sufrido por la poblacion campesina; a la vez constituye esta horrenda masacre, una expresión de la defensa de la usurpación, a “sangre y fuego” por parte de finqueros de la localidad, en alianza abierta con fuerzas militares de aquel entonces.

También resulta una expresión genocida y una prueba fehaciente de la impunidad estructural, todavía no superada en Guatemala, donde un Estado y una gran parte de la sociedad, se niegan a aceptar la historia reciente del país y a hacer cuentas justas con el pasado, de manera que las víctimas y sus familiares reciban un reconocimiento pleno. La justicia, estimados lectores, llama a gritos desde las entrañas de Panzós.

La Comisión para el Esclarecimiento Histórico de la verdad, CEH, creada bajo auspicio de las Naciones Unidas, presenta la descripción y análisis de la masacre en su informe Guatemala: memoria del silencio, identificada como caso ilustrativo número 9 del volumen uno. Algunas de las conclusiones de la CEH dicen textualmente:

“La CEH, después de analizar la información recibida, llegó a la plena convicción de que miembros del Ejército de Guatemala ejecutaron arbitrariamente a 53 personas y trataron de hacerlo con otras 47, que resultaron lesionadas, constituyendo esta masacre una gravísima violación del derecho a la vida.

El antecedente que las víctimas fueran población civil maya q’eqchi’ que no pertenecía a ningún movimiento guerrillero, organizada con el objetivo de reivindicar derechos relacionados con la propiedad de la tierra, agrava la responsabilidad política del Estado de Guatemala.

Este año se conmemora el suceso trágico con la presentación, en el mismo Panzós, del libro de Victoria Sanford titulado La Masacre de Panzós: etnicidad, tierra y violencia en Guatemala, publicado por la editorial F&G. La obra se presenta en una acto de gran simbolismo y con la presencia de personalidades nacionales y de diferentes partes del mundo.

Se trata de una obra muy importante que, y en palabras de Sergio Tischler Visquerra, viene a contribuir al esclarecimiento de la masacre y contribuye a una mayor y mejor comprensión de la violencia política que históricamente ha caracterizado al Estado nacional guatemalteco.

Le he preguntado a Raúl Figueroa Sarti sobre el porqué de publicar un libro sobre la masacre de Panzós justo ahora. La respuesta del editor ha sido: “Por varias razones. Los responsables materiales e intelectuales de la masacre siguen sin ser juzgados; los campesinos siguen viviendo en las condiciones de pobreza de hace 32 años; Guatemala no debe olvidar el genocidio”.

Más información: La masacre de Panzós

Diario La Hora / Opinión. Guatemala, martes 25 de mayo de 2010.

Opinión

Panzós: Caso abierto de una masacre (Segunda parte)
 Por: Carlos Cáceres R.

Los medios de comunicación informaron que en la Federación Autónoma Sindical de Guatemala (FASGUA), varios campesinos kekchís dieron a conocer que el día de la masacre diversas comunidades, entre ellas, Panzós, Sepón, Secocop, Cabonchá, Semococh, y Rabetzal, entregarían una carta al alcalde de Panzós, Walter Overdick (señalado posteriormente como miembro corrupto de la Dirección de Migración guatemalteca en la frontera) con relación al problema de tierras. Los campesinos denunciaron que los habían amenazado en la alcaldía "porque podía pasarles algo muy malo" y, por esta razón, decidieron presentarse en grupo.

Los campesinos que denunciaron los hechos -después de la masacre- en la FASGUA indicaron que mujeres, hombres y niños se quedaron en el lugar. "Eran unos mil campesinos" -admitió el soldado Bartolo Rodríguez- quienes se dieron cuenta que en el salón comunal "permanecían unos 50 soldados, pero nadie les dio importancia". Ellos se habían apoderado de la alcaldía junto con varios latifundistas encabezados por Flavio Monzón, miembro del partido ultraderechista Movimiento de Liberación Nacional (MLN) y propietario de las fincas San Vicente y Tinajas, otros fueron reconocidos como Julio Chiquín, de la finca Cahaboncito; Edwin Bics, de la finca Polochic; Manuel Moco Sánchez, de la finca Sachoc; Joaquín González, de la finca La Soledad, y otros como Boanerges Beltetón, Javier Baldío y Raúl Aníbal Añal.

Los dirigentes indígenas continuaron exponiendo en la sede sindicalista a los medios de comunicación de Guatemala, que vieron al alcalde quien con señas los llamó. Cuando se aprestaban a entregarle la carta que llevaban, se aproximaron alrededor de 15 soldados, se acercaron a un campesino a quien le dispararon a menos de metro y medio y "ahí empezó la masacre": los campesinos se tiraron al suelo boca abajo. Principiaron a escucharse detonaciones en todos los rumbos. Las balas caían de lo alto del salón comunal donde había tropa y recuerdan "que estallaron seis granadas en el salón" y "otras fueron arrojadas a la gente en el parque. Los soldados persiguieron a muchos de los campesinos que se tiraron a las aguas del río Polochic, donde murieron ahogados". Muchos heridos se fueron a las montañas y murieron bajo los árboles. A quienes lograron huir hacia el monte los persiguieron en helicópteros.

El reporte del Gobierno expresó que los campesinos habían atacado al Ejército y terratenientes con sus herramientas de labranza; sin embargo, el Centro Universitario del Norte (CUNOR), de la Universidad de San Carlos de Guatemala, destacó: "Los campesinos en ningún momento iniciaron una acción suicida, pues llevaban consigo a sus mujeres y niños". Nunca se tendrá el dato exacto del número de muertos. La prensa guatemalteca informó de 140 y organizaciones sociales de la región se referían a más de 160. Los eternos impulsores guatemaltecos del crimen alcanzaron sus objetivos: quedarse con la tierra de quienes la trabajaban, incorporar inmensas utilidades a sus bolsillos, y disminuir por medio de la masacre la protesta campesina.

El funcionario más confuso fue Hans Laugerud, hermano del presidente de la República, a cuyo cargo estaba el Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA): acusó a la guerrilla de los hechos e indicó que los culpables eran "los finqueros que mantienen el puño cerrado y han robado propiedades". En diversas publicaciones se dio a conocer la incapacidad e ignorancia de este señor en materia agraria.

Nota: Los entrecomillados e información en general se encuentran en los diferentes medios de información de la época.

Prensa Libre / Opinión. Pág. 15. Guatemala, miércoles 26 de mayo de 2010.

 

¿Cuánta más sangre vamos a seguir aportando los mayas para este país?

Obras de reciente EDICIÓN
Por: Redacción Cultura

A finales de mayo de 1978 los Kamsanel Winaq, es decir, el Ejército de Guatemala, cometió otro acto de genocidio en Panzós, Alta Verapaz. Recuerdo que en aquellos días, compañeros universitarios salieron a aquel lugar y sus comentarios fueros publicados en el periódico Ixim, el único medio maya que tuvo que ser cerrado por persecución del gobierno de turno. Viene esta introducción porque el viernes entrante se presenta en el lugar de los hechos el libro La Masacre de Panzós, de la antropóloga Victoria Sanford, profesora de la universidad Lehman College, de Nueva York.

Entre otros puntos que hay que destacar del libro es la actitud cómplice de ciertos medios de comunicación que a lo que llegaron fue a reproducir la versión oficial de los hechos, sin proveer información de las víctimas. Otro punto interesante es saber el trabajo de Mamá Maquín como defensora de los derechos territoriales y a quien los militares culparon por quitarle un arma a uno de sus soldados fue culpada de haber iniciado la matanza. Eso para estos días suena que Mamá Maquín es la heroína de los q’eqchi’s que concordaría con lo que una vez llamé“las madres del tiempo”. Pero lo desgarrador es leer lo que dicen los familiares y sobrevivientes de aquella matanza, donde la antropóloga escribe que el Ejército justifica que de aquellos hechos las víctimas son responsables de su muerte y cito: “Esta posición refuerza y justifica del Ejército que presenta a todas las víctimas de la violencia como ´culpables´ y en consecuencia ´merecedoras´ de cualquier fin violento que pudieran haber tenido”. Esto es lo mismo que Pedro de Alvarado dijo cuando asesinó a los líderes k’iche’s en Q’umaraq aj. ¿Cuánta más sangre vamos a seguir aportando los mayas para este país? A pesar de todo, el alcalde de Panzós de aquella época declaró: “Para mí, los campesinos tienen toda la razón del mundo en pelear sus tierras que les pertenecen”. Y otro tema interesante es que en ese estudio se expresa que: “Resulta extremadamente improbable que los campesinos q’eqchi’s reunidos en la plaza adoptaran un discurso nacionalista maya en 1978”. Al hablar sobre eso un amigo que fue al lugar de los hechos, es que algunas organizaciones indígenas surgieron de esa masacre.

PA JUN CHOLAJ CHI K’UT: mañana jueves, a las 19 horas, se presenta la exposición de obras de Irene Carlos en la galería Ana Lucía Gómez, en la zona 14. Estas son pinturas y cuatro esculturas basadas en el Popol Wuj. La obra expresa lo que provoca leer el Popol Wuj desde cualquier ámbito étnico. Todos están invitados.

Diario La Hora / Opinión. Guatemala, martes 1 de junio de 2010.

Opinión

Panzós: caso abierto de una masacre (Tercera parte)
 Por: Carlos Cáceres R.

El asesinato de campesinos indígenas en Panzós fue una violación a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un acto de barbarie ultrajante para la conciencia humana y anuló el respeto que debía tener el Estado guatemalteco hacia los derechos y libertades de sus ciudadanos.

Diversas organizaciones sindicales, campesinas, estudiantiles, universitarias, profesionales, y otras de carácter popular condenaron la acción en desplegados que dieron a conocer en los medios informativos. A pesar de la censura ejercida contra la Prensa (muchos periodistas, entre ellos Mario Monterroso Armas, habían sido asesinados, secuestrados o amenazados) la indignación alcanzó niveles tan amplios que los periódicos, radioperiódicos y televisión, dieron a conocer las protestas de los sectores indignados.

La noticia de la matanza consternó al pueblo guatemalteco, de tal manera que una manifestación que llevó a cabo la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), para protestar por este hecho y conmemorar un año del asesinato del abogado Mario López Larrave, fue masiva. El primero de julio de 1978 la junta directiva de la Facultad de Ciencias Sociales de la Usac declaró: "El envenenamiento de la mentalidad del personal operativo de los destacamentos armados del Estado por instructores nacionales y extranjeros, cobra un sangriento saldo contra el pueblo de Guatemala, sólo comparable con las matanzas del nacismo y del fascismo durante la II Guerra Mundial".

Los hechos de Panzós demostraron la unión de intereses del gobierno guatemalteco, junto a civiles y altos oficiales. El general Lucas García "ante una conferencia de Prensa que se transmitió por televisión tartamudeó y no acertó a negar cuando un corresponsal extranjero le preguntó por las 1,017 caballerías (unas 46 mil hectáreas) que posee en el norte del país".

El gobierno de Guatemala -que presidía el general Kjell Laugerud- no pudo iniciar una acción jurídica contra los asesinos de Panzós, pues era parte de los grupos paramilitares que había creado como el Movimiento de Acción Nacionalista Organizado (MANO) el Consejo Anticomunista de Guatemala (CADEG), El Buitre Justiciero, El Escuadrón de la Muerte, La Banda del Rey, y otros. Todos inventados por los cuerpos de seguridad para intensificar la represión.

En México, además de organizaciones como la Agrupación Guatemalteca Democrática en México (AGDM), el Comité Guatemalteco de Lucha por la Paz, se expresaron contra el crimen, la Cámara de Diputados y el Comité Italiano de Solidaridad con Guatemala, y en América Latina la Asamblea Legislativa de Costa Rica "acordó por unanimidad condenar la masacre de Panzós". El corresponsal en Guatemala del diario mexicano Excélsior, se refirió al hecho de que algunas organizaciones de Guatemala habían denunciado "posibles conexiones" del crimen con otros asesinatos masivos ocurridos en Guatemala, así como en El Salvador (Perulapan, Aguilares y Chalatenango), Honduras (Olancho) y Nicaragua (Monimó y Estelí)".

La reseña de lo sucedido en Panzós (aunque los criminales no han sido juzgados) no significa volver al pasado. Es el conocimiento de una realidad que no debe volverse a presentar. Especialmente desde la firma de los Acuerdos de Paz y cuando en la actualidad, mujeres y hombres en Guatemala hacen esfuerzos para decidir sus vidas buscando alternativas por medio de la negociación. Esto se debe a los esfuerzos para que prevalezca el ejercicio de la democracia. Este aspecto señala que no debe ocurrir nunca más una masacre como la de Panzós (Final).

Nota. La información general de los tres artículos fue obtenida del ensayo Panzós, genocidio en Guatemala, de Carlos Cáceres R, que en 1979 obtuvo el primer lugar del premio de investigación científica, área social, convocado por la revista Punto de Partida y la Dirección de Difusión Cultural. Ambos de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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